Fue cortada del gran cuerpo del supercontinente Pangea hace cerca de 300 millones de años.
La unión de supercontinentes, en un ciclo de transformación de la geografía planetaria que no tiene fin.
El movimiento continuo de las placas tectónicas, los fragmentos en los que está «rota» la corteza terrestre, ha formado ya, en la larga historia de la Tierra, varios supercontinentes, que se han fragmentado después en continentes más pequeños que, a su vez, volvieron (y volverán) a unirse en un ciclo de transformación de la geografía planetaria que no tiene fin.
El empuje incesante de la nueva corteza, que se forma continuamente en las profundidades marinas, a lo largo de las dorsales oceánicas, va llevando a los continentes a chocar entre sí para formar nuevos continentes que, de alguna manera, no son más que «puzzles» hechos de pequeñas piezas que proceden de otros continentes más antiguos.
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