«Cuando usted lea esta carta, o su hijo estará muerto o habrá llegado a Punta Arenas con los náufragos. No retornaré solo».
Así remataba la carta que hace 100 años el entonces teniente Luis Pardo le enviaba a su padre en agosto de 1915, cuando estaba a punto de dirigir la misión más importante de su vida. Y de las de muchos otros.
Horas después se lanzaría a las intempestivas aguas antárticas para rescatar a los 22 náufragos británicos que estaban varados en una isla tras el fracaso de la que se convirtió en la última expedición mayor de la era dorada de las exploraciones a la Antártica, liderada por Ernest Shackleton.
Llevaban a la deriva más de un año y medio, y tras tres intentos fallidos de rescate internacional el gobierno británico recurrió al gobierno chileno, que puso a cargo a Pardo, su hombre más experimentado: un marino mercante que navegaba en las aguas australes como si fueran el jardín de su casa.
«La tarea es grande, pero nada me da miedo», aseguraba Pardo en la misiva a su padre.
Una conquista frustrada
Mucho antes de esa carta y en pleno apogeo de las expediciones científicas y su consiguiente competencia entre potencias por conquistar la Antártica, Shackleton había formado parte de la entonces famosa expedición Discovery, que consiguió llegar al Polo Sur… pero tarde.
Un mes antes del arribo británico, una expedición noruega le arrebató a la entonces principal potencia económica del mundo la conquista del Polo Sur.
De vuelta a Inglaterra, Shackleton convenció a la corona británica de que todavía quedaba una hazaña por lograr: cruzar la Antártica de lado a lado.
Propuso entonces navegar por el mar de Weddell, desembarcar cerca de la bahía Vahsel y comenzar una marcha transcontinental hacia el mar de Ross, atravesando el Polo Sur.
La titánica expedición partió con 28 hombres en agosto de 1914, financiada en gran parte por la Sociedad Real de Geografía británica.
Pero al llegar al sur del mundo, el Endurance, un rompehielos ultramoderno para la época en que viajaban, quedó atrapado en el hielo en el mar de Weddel, antes de llegar a la bahía Vahsel.
A la deriva
Intentaron de todo para liberar el barco, sin resultados. Durante el invierno antártico de 1915, el bloque de hielo donde estaban se movió hacia el norte.Finalmente y con su tripulación a la deriva, el barco se hundió el 21 de noviembre de ese año.
Pasaron ese verano sobre el hielo, pero en abril, y con el invierno próximo como amenaza, decidieron subirse a los botes y navegar. Lo hicieron hasta llegar a una isla desierta, la Isla Elefante.
Al llegar a la isla y sabiendo que era tiempo de agotar las opciones o morir, la tripulación se separó: 22 hombres se quedaron en la isla mientras seis, liderados por Shackleton, volvieron a navegar. Esta vez no descansarían hasta hacer contacto para un rescate.
Rescate espectacular
Cuando finalmente lograron tocar tierra continental, tres de ellos se fueron directamente a Inglaterra. Los otros tres, liderados por Shackleton, intentaron tres veces un rescate. Primero en un ballenero, luego en un barco de arrastre uruguayo y finalmente en una goleta.
Cuando la esperanza casi estaba perdida, Shackelton le pidió ayuda al gobierno chileno, quien puso a disposición un pequeño barco a vapor muy resistente, el Yelcho, con un joven pero experimentado teniente: Luis Pardo.
El marino con entrenamiento mercante era «el arquetipo del chileno de fines del siglo XIX, principios del XX, que proviene de una clase media que ha surgido producto de la bonanza económica del salitre, con énfasis en la educación y comprometido con el país», le explica a BBC Mundo Fernando Wilson, historiador y profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
«El piloto Pardo tenía conocimiento especial, preparación formal y un alto nivel de experiencia en ese tipo de maniobras. Su experiencia en navegación austral era claramente superior«, asegura Wilson, que ha estudiado en detalle este episodio de la historia chileno-británica.
Él lo tenía claro. «Estaré feliz si pudiese lograr lo que otros no», le escribió el piloto Pardo en su carta de «despedida» para su padre.
Al contrario de los intentos anteriores, Pardo sabía que era mejor entrar con niebla, lo que era peligroso, pero aseguraba una mejor temperatura y disminuía las posibilidades de lo que había hecho fracasar algunos de los rescates anteriores: una barrera de hielo.
Tenía razón. El 30 de agosto de 1916 y tras dos años de odisea, el piloto Pardo junto a Shackleton y la tripulación llegaron a Isla Elefante.
«Todo resultó perfecto. Indudablemente hay un rol de la suerte, pero también un rol no menor de la habilidad profesional de Pardo de aprovechar las condiciones de clima a su favor», explica Wilson.
El historiador cuenta que el rescate fue rapidísimo. En poco más de una hora estaban todos los náufragos arriba y el barco, zarpando.
Esto porque comenzó a disiparse la niebla, signo indiscutible para Pardo de que venía un frente frío. Si los agarraba allí quedarían atrapados por el hielo y en vez de rescatarlos, duplicarían el número de náufragos.
Pardo tenía razón. No sólo llegó el mal tiempo, sino que los agarró un temporal de proporciones que les impidió volver a través del Canal Beagle. Debieron salir al Atlántico Sur, pero finalmente llegaron sanos y salvos a tierra.
Ovación «apoteósica»
«La hazaña que él lidero conduciendo el rescate por parte de Chile fue una hazaña inédita para los tiempos. En una embarcación que tenía mínimas condiciones, en un ambiente muy adverso», le dice a BBC Mundo Rolando Drago, embajador de Chile.
Cuando llegaron a Punta Arenas, en el extremo sur de Chile, la ciudad entera salió a recibirlos. Luego fueron enviados a Valparaíso, por entonces el principal puerto de América Latina, donde la Armada chilena los recibió con honores.
Shackleton volvió a Inglaterra y vivió de contar la hazaña. Por su parte, Pardo dejó la marina chilena tres años después muy enfermo.
«Las condiciones de estos buquecitos pequeños, que apoyaban a los colonizadores, mantenían los faros abastecidos, y realizaban apoyo comunitario en la zona eran espantosas. La mayoría de la tripulación moría joven», asegura Wilson.
Como una forma de reconocimiento, una década después del rescate se le destinó como cónsul en Liverpool, la entonces segunda ciudad más importante de Inglaterra.
Chile, ¿país de rescates?
En octubre de 2010, Chile saltó a las portadas de los diarios internacionales por un famoso rescate. 33 mineros eran sacados ilesos de una mina tras estar 70 días encerrados luego de que esta se derrumbara.
Lo que pocos de la nuevas generaciones saben es que casi un siglo antes el país experimentaba su primer gran rescate, con proporcionalmente el mismo alcance mediático.
Según información de la Embajada Británica en Chile, tras el rescate y en pleno apogeo de la Primera Guerra Mundial, la hazaña de Pardo y Shackleton apareció en 95 artículos de prensa en Reino Unido.
Pardo murió a los 52 años, pero su hazaña marcó un antes y un después en la cooperación Antártica en dos ámbitos.
«Marca el inicio de las cualidades de Chile en las operaciones de salvamento y rescate en la Antártica, las que lidera hasta hoy», asegura el embajador Drago.
«Y, en segundo lugar, esa empresa fue un hito para la cooperación científica entre Chile y Reino Unido. Trabajamos iniciativas comunes, puntos de vista similares».
«Si tengo éxito, habré cumplido con mi deber humanitario, como marino y como chileno», escribió Pardo hace 100 años sin saber cuál sería su destino.
Hoy tanto chilenos como británicos coinciden en que lo logró.
FUENTE; BBC Mundo