«Cuando mi familia descubrió que estaba embarazada, me pusieron en una canoa y me llevaron a la Akampene (la Isla del Castigo)», cuenta Mauda Kytaragabirwe.
«Me quedé allí sin comida ni agua durante cuatro noches», agrega la joven, que fue enviada a ese lugar cuando tenía sólo 12 años.
«Recuerdo que tenía mucha hambre y mucho frío. Y casi estaba muriendo».
Al quinto día, un pescador llegó al lugar y le dijo que la llevaría a su casa.
«Estaba algo escéptica. Le pregunté si me estaba engañando y quería lanzarme al agua».
«Pero él me dijo: ‘No. Te llevaré conmigo para que seas mi esposa’. Así que él me trajo hasta aquí», recuerda la joven con afecto, sentada en la varanda de la casa que durante muchos años compartió con su esposo.
Mauda vive en el pueblo de Kashungyera, a sólo 10 minutos en barco de la Isla del Castigo, a través del Lago Bunyonyi.
La isla en realidad es sólo un terreno de pasto anegado.
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Al principio, Mauda no estaba segura cómo recibirme, hasta que su nieto, Tyson Ndamwesiga, un guía de turistas, le dijo que yo hablaba el rukiga, el idioma local.
Le brotó una sonrisa que dejó ver su boca casi desdentada. Me tomó del brazo, con el típico apretón que los miembros del pueblo Bakiga a menudo reservan para los familiares que no ven desde hace tiempo.
La delgada Mauda camina con paso firme y calcula que tiene unos 80 años. Su familia, sin embargo, piensa que es mucho mayor.
Mauda nació antes de que las actas de nacimiento fueran comunes en esta parte de Uganda así que es imposible estar segura de su edad.
«Ella solía tener una tarjeta de registro de elector de poco antes de la independencia de Uganda (en 1962). La usábamos para contar su edad. Pensamos que tiene alrededor de 106 años», afirma Tyson Ndamwesiga.
Dentro de las tradiciones de la sociedad Bakiga, una joven sólo puede quedarse embarazada después de casarse.
La familia de la joven virgen recibía dinero a cambio, que se pagaba en su mayoría con ganado.
De manera que una joven embarazada y soltera no sólo era una vergüenza para la familia sino también la estaba privando de un necesario ingreso.
Las familias solían deshacerse de esa «vergüenza» abandonando a las embarazadas en la Isla del Castigo, y dejándolas morir.
Debido a lo remoto de la zona, la práctica continuó incluso después de que los misioneros y colonizadores llegaron a Uganda en el siglo XIX y la prohibieron.
La mayoría de la gente en esa época, especialmente las niñas, no sabían nadar.
Así que una joven que era abandonada en la isla tenía dos opciones: saltar al agua y ahogarse o esperar morir de frío y hambre.
Le pregunté a Mauda si tuvo miedo.
Inclinó la cabeza a un lado, frunció el ceño y replicó: «En esa época tenía unos 12 años. Si te sacan de tu casa para llevarte a una isla desierta, en medio de un lago, ¿tú no tendrías miedo?».
En otra parte de la región, en el actual distrito de Rukungiri, las embarazadas eran lanzadas por un acantilado en las Cataratas de Kisiizi.
Una leyenda cuenta que, cuando una de las embarazadas arrastró a su hermano con ella en el acantilado, las familias dejaron de castigar a sus hijas con la muerte.
Nadie sobrevivió la caída de las cataratas. Pero se dice que varias jóvenes sobrevivieron la Isla del Castigo, gracias a hombres jóvenes que no podían pagar el precio de una novia virgen.
Después de que su esposo la llevó a su casa en el pueblo de Kashungyera, Mauda se convirtió en tema de curiosidad y cotilleo.
Con el paso de los años se volvió una atracción turística y su hogar una escala regular de los viajeros que seguían la historia de la zona.
Mientras cuenta la historia de su vida, suele detenerse y mirarse las manos de forma contemplativa.
En ocasiones, como cuando le pregunté cómo perdió el ojo, se mostró evasiva, levantando instintivamente la mano para tocarse el rostro.
El tema más sensible parece ser el destino de su bebé, durante el embarazo que provocó que la abandonaran en la isla para morir.
«Tenía poco tiempo de embarazo. Nunca tuve al bebé. Entonces no podías luchar para defenderte y si lo hacías, te golpeaban», dice.
Y a pesar de que no lo cuenta de forma directa, entiendo lo que trata de decirme: la golpearon y tuvo un aborto.
Mauda Kyitaragabirwe:
«Tengo tres hijas. Si alguna de ellas se embaraza antes de casarse, nunca la culparé ni la castigaré».