La magnitud de los incendios en Australia, explicada en estas imágenes desde el espacio

Australia vive una de las peores catástrofes medioambientales de su historia.  Las altísimas temperaturas registradas durante los últimos meses, con medias nacionales por encima de los 40º C, han derivado en una serie de incendios devastadores. Se calcula que más de cinco millones de hectáreas han sido arrasadas por las llamas a lo largo y ancho de la isla. Una veintena de personas han perdido la vida. Más de 500 millones de animales podrían haber perecido.

La escala de los incendios australianos es gigantesca y cuenta con pocos referentes recientes. La mejor forma de observarlos, como siempre que un acontecimiento natural escapa a cualquier magnitud humana, es desde el cielo. Tanto la NASA como diversos investigadores han recopilado imágenes de las llamas desde el incendio, y muy en especial de las tremendas columnas de humo que se han apoderado de la costa dorada australiana.

Esta fotografía tomada por el MODIS del satélite Aqua, una sofisticada herramienta capaz de tomar imágenes a altas resoluciones desde la órbita terrestre, es un buen ejemplo de ello. Una gigantesca mancha gris se extiende por la costa de Nueva Gales del Sur, una de las regiones más afectadas por las llamas. Tomada el pasado 4 de enero, ilustra cómo grandes lotes del territorio australiano han dejado de ver la luz del sol para vivir bajo un manto de cenizas.

La evolución de los incendios, su progresivo crecimiento, también se puede apreciar desde el aire. La situación a principios de noviembre en las proximidades de Sidney, por ejemplo, era dramática, pero aún lejos del apocalipsis ambiental de semanas más tarde. Apenas unas columnas de humo desperdigadas por la costa oriental de la isla. El primer día de año, el litoral apenas se podía entrever bajo un espeso manto de humo, fruto de los millones de árboles quemados.

Australia 1 De Enero
La costa australiana el 1 de enero. (NASA EOSDIS/LANCE, Earth Observatory)
Australia 4 De EneroEl 4 de enero. (NASA EOSDIS/LANCE, Earth Observatory)

Aquí se pueden observar otras imágenes. Lo que está sucediendo en Australia queda lejos de ser una catástrofe puntual. Gran parte de la responsabilidad de los incendios la tiene un periodo particularmente grave de sequía. Durante los últimos años, los veranos australianos han sido extremos, imprimiendo una presión extraordinaria en el medio ambiente. La mayor parte de la isla registra niveles de sequedad históricos, lo que ha favorecido el surgimiento de incendios enormes.

Lo vimos en su día a cuenta del permiso del gobierno a sus granjeros para disparar canguros: los animales estaban tan sedientos que buscaban alivio en los bebederos del ganado, lo que repercutía en la de por sí elevada vulnerabilidad de las explotaciones. Una medida extrema contra uno de los principales iconos del país que evidenciaba los problemas medioambientales de Australia, agravados por el cambio climático.

Noviembre

En noviembre. (NASA EOSDIS/LANCE, Earth Observatory)

Es probable que la situación empeore en el futuro. En 2007, algunos estudios ya ilustraban cómo la voracidad de las llamas y la frecuencia de los incendios aumentaría entre un 5% y un 20% para 2020. En un contexto de calentamiento global y de mayor sequedad, la crisis que atraviesa Australia se antoja como un preludio funesto de las catástrofes venideras. Un proceso mimetizado en otros puntos del planeta, como el Ártico, Portugal o España.

Circunstancia que merece un matiz, no obstante, y que no es igual en todos los continentes o regiones del mundo. Pese a la gravedad de la última campaña de fuegos en el Amazonas o las sempiternas llamas que devoran los bosques de Indonesia, los incendios han decrecido un 25% durante los últimos años a nivel mundial. El motivo no es ambiental, sino humano. La progresiva urbanización y dominación del terreno han reducido la necesidad de prenderle fuego.

En Australia, la realidad es diametralmente opuesta.

Fuente: Magnet

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