La nigromancia era en la antigüedad una práctica común de adivinación a partir del contacto con los espíritus de los difuntos.
«Tiresias se aparece a Ulises durante el sacrificio» (1780-1785), por Henry Fuseli. Museo Albertina, Viena.
La nigromancia ha sido noticia recientemente por el espectacular hallazgo en Israel de una cueva con huesos y cráneos humanos que fueron usados para estas prácticas. ¿Pero qué era realmente la nigromancia, en qué consistía y para qué servía?
Aunque en la cultura popular se asocie la nigromancia a prácticas macabras, como resucitar y controlar a los muertos, la realidad era mucho más común y, realmente, aún se practica en muchas culturas del mundo.
¿EN QUÉ CONSISTÍA LA NIGROMANCIA?
El término nigromancia proviene de las palabras griegas nekros (muerte) y mantia (adivinación): se trata pues, de la adivinación que se realizaba mediante el contacto con los difuntos, ya fuese directo (la lectura de las vísceras y, con menos frecuencia, de los huesos y cráneos) o indirecto, invocando el espíritu del difunto a través de un ritual o un objeto que le hubiese pertenecido en vida. Era una rama más de la magia, generalmente asociada a la hechicería.
Los orígenes de la nigromancia se remontan a las culturas de la Antigüedad, en las que era práctica común sacrificar animales para leer sus vísceras. De ello se encargaban sacerdotes especializados en esta práctica, que guardaban celosamente los secretos de la misma. En el caso de los romanos probablemente les llegase por influencia de los etruscos, ya que heredaron muchas de sus prácticas relacionadas con la magia.
La literatura clásica (por ejemplo, la obra de Homero) nos ofrece numerosos ejemplos de ambos tipos: por una parte sacrificios para conocer los vaticinios de los dioses antes de una empresa importante como una guerra; por otra la invocación de los muertos. Un ejemplo célebre lo encontramos en el canto XI de la Odisea, cuando Odiseo (Ulises para los romanos) invoca el espíritu del adivino Tiresias para que le pronostique el futuro de su viaje; un pasaje conocido como Nekyia, «evocación de los muertos».
LA MAGIA OSCURA
Existían sin embargo usos más oscuros para la nigromancia, relacionados con la magia negra, que consistían en usar esta conexión con los difuntos para propiciar que ocurrieran cosas en la realidad. Estos usos podían ser tanto positivos – por ejemplo, invocar los espíritus de los antepasados para pedirles que propiciaran un embarazo – como negativos – generalmente maldiciones o venganzas – pero en ambos casos no estaban muy bien vistos.
Este tipo de prácticas nigrománticas se realizaban habitualmente en lugares con una conexión con los difuntos, como cuevas, ya que se creía que eran portales al inframundo. De ahí que el hallazgo de cráneos y huesos en la cueva de Te’omim en Israel, aunque macabro, no debería resultar tan sorprendente si consideramos que a principios del siglo I d.C. el emperador Augusto convirtió Judea en una provincia romana.
¿Pero por qué cráneos humanos? Traer de vuelta a un espíritu podía ser complicado y, si no bastaba con alguna de sus pertenencias o no se disponía de ellas, el único elemento de contacto serían sus huesos. Los romanos generalmente practicaban la cremación, por lo que robarlos no era materialmente tan complicado, una vez superada la barrera mental de profanar una tumba.
Debido a estos robos de huesos y a su faceta de “traer de vuelta a los difuntos”, aunque en principio fuese en espíritu, la nigromancia terminó siendo asociada a prácticas macabras como resucitar y controlar a los muertos, y perseguida por la Iglesia como una forma de brujería. Pero la realidad es que en la actualidad muchas culturas animistas mantienen prácticas como la lectura de las vísceras de animales muertos o la conservación de los cráneos.
Fuente: Historia National Geographic