La biblioteca Alberdi lleva 30 años, más de un tercio de su existencia, esperando la mudanza a un edificio más amplio. En 1980, obtuvo un terreno de la Provincia para construir su nueva sede en Avenida Argentina y República de Italia, una codiciada esquina del centro de la ciudad. Por los vaivenes burocráticos, tardó dos décadas en obtener la escritura y una más en reunir el financiamiento y ejecutar la obra. Ahora, a seis meses de la inauguración, el edificio sigue vacío porque les faltan fondos para completar el mobiliario y asegurar el traslado.
Tanto la sede actual como la nueva se obtuvieron a partir de donaciones, dado que la biblioteca –por su perfil social– nunca recaudó lo suficiente para cubrir sus gastos. En ambos casos, se trata de terrenos céntricos de gran valor inmobiliario, rodeados de altas torres de departamentos y oficinas, que se consiguieron «a fuerza de golpear puertas», según relató la presidenta de la institución, Manuela Hernández de Vega.
Hernández ratificó, como en oportunidades anteriores, que no piensan desprenderse del viejo edificio cuando se muden, que seguirá teniendo como destino las actividades culturales. Hoy, por el precio del metro cuadrado en otros lotes del microcentro, la esquina está valuada en más de un millón de pesos. Sin embargo, para las autoridades de la biblioteca y gran parte de los socios, vale mucho más como emblema de la cultura neuquina.
Sobre la nueva sede, la presidenta indicó que confían en abrirla al público en 2013, aunque todavía no tienen una confirmación oficial para financiar el traslado. Contó que esperan la reanudación de la actividad en la administración provincial tras el receso de verano para que se concrete el aporte de fondos. “Ya falta poco”, aseguró con entusiasmo, recordando el largo camino que siguieron para tener el edificio y los seis meses transcurridos desde la finalización de la obra.
La biblioteca Alberdi construyó su primera sede de Avenida Argentina y la calle homónima en 1934, gracias a la donación del terreno por parte de la Asociación Española y el aporte de los vecinos para la ejecución. Entonces, ocupaban apenas unos 63 metros cuadrados pero, tras sucesivas ampliaciones que cubrieron el patio original, cuadruplicaron esa superficie.
Medio siglo más tarde, cuando casi no quedaba espacio para crecer, la comisión directiva se propuso la meta de conseguir un edificio más amplio. En breve, a fines de 1981, logró que el gobierno provincial cediera por decreto el terreno en esquina con República de Italia, aunque esa donación recién se formalizó en 1998, mediante una ley que desafectó el lote del patrimonio estatal. Durante esas dos décadas, la institución se aferró al compromiso oficial y comenzó el trámite de escritura, rechazando cualquier intento de dar un nuevo destino al predio.
Fondos
En los años siguientes, se delinearon varios proyectos de obra, pero faltaban fondos para construir y se reanudaron los pedidos de que resignara la propiedad, o al menos una fracción. A fines de los `90, las autoridades de la biblioteca rechazaron una oferta millonaria, que ataba el financiamiento a la cesión de una parte del terreno para una torre de departamentos de seis pisos, y quedaba la planta baja para la institución.
En 2004, el ex gobernador Jorge Sobisch anunció finalmente un aporte provincial de tres millones de pesos para la obra, que recién empezó dos años más tarde, a cargo de la constructora Braspin. El plazo de ejecución era de 10 meses que se extendieron al doble hasta que, en 2008, la empresa abandonó el proyecto.
Un año después, con Jorge Sapag en el gobierno, se rescindió el contrato con Braspin y, tras otros 12 meses, se aportaron otros 3 millones de pesos para terminar el edificio. La nueva obra quedó en manos de la empresa Trauco, que entregó la estructura terminada en agosto de 2012.
El flamante edificio tiene 1.200 metros cuadrados cubiertos en dos plantas y un espacio reservado para una futura ampliación. Por su dimensión, se requiere de un millón de pesos más para equiparlo con muebles, estantes, computadoras y personal. Por ahora, los amplios ventanales del complejo sólo iluminan un espacio vacío.
FUENTE: diario La Mañana de Neuquén