Su historia comenzó 10 semanas antes del evento más trascendental de la década de los 60; Bobbi y Nick Ercoline se enamoraron en una época en la que lo más hermoso era disfrutar de la libertad y sonreír a los tiempos por venir.
En 1969 se llevó a cabo el famoso festival de música y arte de Woodstock, una congregación de hippies que duró cuatro días en una granja de 240 hectáreas en Bethel, Sullivan County, estado de Nueva York.
La era de acuario
Bobbi y Nick, de 20 años, escucharon noticias sobre el dichoso festival que probablemente duraría tres días. Pero también se enteraron de que había demasiada gente rumbo al lugar y que la autopista estatal de Nueva York estaba cerrada, algo que resultó ser mentira, pero sumó algo de emoción.
No habíamos planeado ir. Estábamos escuchando las noticias con otros tres amigos, y el comentarista de la radio dijo: ‘Esto es un manicomio. Si planeabas ir, no lo hagas’. Supimos que debíamos ir en ese momento. Algo estaba pasando ahí y no podíamos perder la oportunidad. ¡Teníamos 20 años!
Una fiesta masiva
Durante los siguientes días, la granja de Max Yasgur se inundaría con lluvia y barro, pero eso no importó. El máximo evento del movimiento hippie contó con 32 actuaciones, casi medio millón de groupies, tiendas de campaña y refugios improvisados, fogatas, automóviles abandonados, y por supuesto no podían faltar las drogas.
Fue un sueño hecho realidad
La leyenda de la guitarra, Jimi Hendrix, The Who, Crosby, John Lennon, Stills, Nash y Young, Joan Baez, Janis Joplin… algo así como la realeza del rock de aquellos años fueron lo encargados de darle una banda sonora a ese mágico momento.
Nick y Bobbi, junto con tres amigos, llegaron un sábado por la mañana. Luego de estacionar su auto, caminaron algunos kilómetros acompañados de otros hippies, entre ellos Herbie, de Huntington Beach, quien cargaba con un bastón al que le colgaba una mariposa de plástico.
Caminamos junto a miles de personas, no teníamos información, no hubo mensajes de texto, Twitter o envío de imágenes. Solo vimos a todos moverse en la misma dirección y los seguimos. La gente se hizo cargo del paisaje. Fue un mar de humanidad. Había pequeñas viñetas sucediendo a nuestro alrededor. La gente venía con sus propias guitarras. Se reía, cantaba, lloraba, gritaba. Podías oler las fogatas, aceite de pachuli, hierba. Hacía mucho calor. Había llovido y luego salió el sol, y casi se podía ver el vapor que salía de los cuerpos de las personas.
Debía ser registrado para la inmortalidad
Entre los periodistas presentes para grabar el momento se encontraba el fotógrafo de la agencia Magnum, Burk Uzzle, quien rechazó una tarea para el Newsweek y decidió ir a Woodstock por su propia cuenta. Acampó junto a su esposa y dos hijos pequeños cerca del río Neversink.
El domingo por la mañana, Uzzle acomodó su Leicas sobre el pecho y se dispuso a capturar la escena. En el fondo se escuchaba a Grace Slick, de Jefferson Airplane, mientras salía el sol.
Una imagen vale más que mil palabras
Una pareja se levantó y se abrazó, enredados en un edredón de colores rosa y blanco manchado de barro, envolviendo sus hombros. A su lado colgaba una mariposa de plástico amarrada en un bastón.
Fue un momento mágico. Solo tuve tiempo de tomar algunos cuadros en blanco y negro y algunos de color, luego se acabó la luz y el ambiente con ella.
La pareja nunca se dio cuenta de que había sido captada por la cámara.
Fuente: Recreo Viral