La salvadoreña que inspiró «El Principito»
10 julio, 2016 |
Consuelo Suncín se casó con el escritor francés en 1931.
Algunos la llamaron «la Scherezada de los trópicos», pero otros -como la familia del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry- la consideraron una buscadora de fortunas: «Una parrandera que se sentía el Alma Mahler de Centroamérica».
Fue Consuelo Suncín, la salvadoreña que inspiró «El Principito», el famoso libro de Saint-Exupéry del que se acaban de cumplir 70 años desde su primera publicación.
Pero mientras el autor fue adquiriendo un lugar en la cumbre de la literatura francesa y mundial, la salvadoreña fue gradualmente olvidada.
Antoine de Saint-Exupéry fue dado por muerto en 1944, cuando el avión que volaba desapareció sobre el Mar Mediterráneo.
Desde entonces el libro, que se había publicado un año antes, se ha convertido en el tercero más vendido en el planeta. Ha sido traducido a más de 250 idiomas y dialectos y ha vendido 140 millones de ejemplares.
Hoy hay un consenso en que la salvadoreña inspiró el personaje de la rosa en «El Principito» y que la obra es una alusión a la atormentada relación matrimonial que duró 13 años.
Consuelo Suncín nació en Armenia, El Salvador, en 1901.
Cuando conoció a Saint-Exupéry, en 1930, ya era una mujer divorciada y viuda, y por lo tanto vilipendiada como «amoral» en los círculos aristócratas franceses a los que pertenecía su futuro marido.
«Consuelo provenía de una familia acomodada, dueños de tierras y cafetales en Armenia», le dice a BBC Mundo Marie-Helene Carbonel, quien en 2010 publicó en Francia la biografía «Consuelo de Saint-Exupéry, une mariée vêtue de noir» («Consuelo de Saint-Exupery, una novia vestida de negro»).
Marie-Helene Carbonel tuvo acceso a las cartas y documentos personales de Consuelo Suncín en un archivo que maneja en Francia su heredero literario y empleado, José Martínez-Fructuoso.
Consuelo, explica la escritora, inventó historias y mitos alrededor de su persona para lograr ser aceptada en los círculos de sus futuros esposos.
«Inventó, por ejemplo, que su primer marido, el mexicano Ricardo Cárdenas, con quien se casó cuando tenía 21 años, era un capitán del ejército que había muerto en la Revolución Mexicana. Pensó entonces que podría ser aceptada mejor si decía que era viuda y no divorciada. Pero en sus archivos encontré su acta de divorcio, registrada en Mérida, México, en 1925», afirma Marie-Helene Carbonel.
Después del divorcio, Consuelo viajó a París con José Vasconcelos, una de las figuras intelectuales, culturales y políticas más destacadas de la época en México.
Mientras mantenía una relación con el mexicano en la capital francesa, conoció a Enrique Gómez Carrillo, el escritor y periodista guatemalteco que entonces era cónsul general de Argentina en París.
Y poco después dejó a Vasconcelos para casarse con Gómez Carrillo, a pesar de que el guatemalteco tenía 30 años más que ella.
«Creo que ella verdaderamente tuvo un gran amor por Gómez Carrillo», dice Marie-Helene Carbonel.
El matrimonio, sin embargo, duró sólo nueve meses porque en 1927 él murió y ella decidió marcharse a Buenos Aires para vivir de la pensión de su segundo marido.
La condesa denigrada
Allí, en la capital argentina, conoció a Antoine de Saint-Exupéry, quien trabajaba como piloto comercial de servicios de mensajería. Y al año, en 1931, Consuelo se casó con el escritor, aviador y aristócrata y se convirtió en la condesa Consuelo de Saint-Exupéry.
«Consuelo era una seductora. No sólo era una mujer bonita y menuda que encantaba a los hombres; también podía hablar con ellos», sostiene la escritora francesa.
La salvadoreña inspiró el personaje de la rosa en «El Principito».
«Para mí es una mujer muy interesante y de gran valor. No es una casualidad que interesó a tantos hombres inteligentes e importantes».
«Además, juega con la leyenda salvadoreña, la de la ‘volcánica Consuelo’. Pero ella tiene muchas dificultades porque los franceses no la aceptan. Y lo peor fue la forma como la trató la familia Saint-Exupery», agrega.
Según Paul Webster, autor de «Antoine de Saint-Exupery: la vida y la muerte de El Principito», publicada en 1993, «los allegados a Saint-Exupéry nunca tuvieron tiempo para Consuelo. Y también fue descartada por su cuñada (la escritora) Simone de Saint-Exupéry, quien la describió como una ‘mujerzuela’ y una ‘condesa de película'».
Webster cuenta que «la denigración no disminuyó ni 20 años después de su muerte».
«Un miembro de la familia Saint-Exupéry me dijo que casarse con una extranjera era considerado peor que casarse con una judía, lo cual resumía la posición monárquica, antisemita y ferozmente xenofóbica de esta familia, cuya aristocracia databa del siglo XII», afirma el escritor británico.
Así fue como Consuelo, quien murió en 1979 en Francia, desaparece de todos los libros que se publicaron sobre la vida de Saint-Exupéry, y Francia la olvidó mientras construía los numerosos monumentos en honor del héroe Saint-Exupéry.
Relación amarga
Marie-Helene Carbonel escribió el libro «Consuelo de Saint-Exupéry, una novia vestida de negro».
Pero en 2000, cuando comenzaban los preparativos para celebrar el 100 aniversario del nacimiento del escritor, cayó una «bomba» en Francia con la publicación de un manuscrito rescatado por José Martínez Fructuoso: «La memoria de la rosa», en el que Consuelo hace un amargo recuento de los 13 años de matrimonio con el escritor francés.
«Ella cuenta que él era terrible», dice Marie-Helene Carbonel. «El libro es una confesión sobre su relación, y provocó una conmoción porque Saint-Exupéry era considerado un santo».
En el manuscrito acusa a su esposo de hacerla sufrir continuamente con sus múltiples ausencias y numerosas amantes. Habla de sus varias debilidades: de su «egoísmo» y su «infantilismo», lo llama «cruel, negligente, avaro y derrochador».
Según Paul Webster, el libro «es un feo recuento de una viuda muy amargada».
En lo que muchos están de acuerdo es en que más que una fábula filosófica, como muchos lo han hecho creer, «El Principito» es una alegoría de la propia vida de Saint-Exupéry, de sus incertidumbres y su búsqueda de paz interior. Pero también es una alusión a la atormentada relación con Consuelo.
Y Consuelo fue la musa que inspiró a la rosa de «El Principito».
«La rosa es Consuelo», afirma Marie-Helene Carbonel. «Los tres volcanes son los volcanes de El Salvador. Los baobabs son las ceibas a la entrada del pueblo de Armenia, en El Salvador. La rosa que tose es Consuelo, que sufre de asma, que es frágil y por eso está protegida bajo una campana de cristal».
«Las otras cinco mil rosas pueden ser las otras mujeres de Saint-Exupéry, pero para El Principito esas rosas no valen nada, la única que vale es su rosa».
«Se ha querido presentar a este libro como un cuento para niños. Pero no lo es de ningún modo. Es un libro que escribió para pedir perdón a Consuelo, es un acto de contrición», dice la escritora francesa.