Hay inmuebles que tuvieron su historia, pero que desaparecieron con el avance de la urbanización.
Existe un Neuquén que está en el recuerdo de sus habitantes, de los tantos que fueron llegando durante los años y que lo recuerdan tal como lo vieron por primera vez. Hay calles y lugares que han cambiado por completo su fisonomía. En algunos casos esas transformaciones han sido tan vertiginosas que, si dejamos de transitar meses por esos lugares y luego pasemos por allí, nos desorientamos y empezamos a preguntarnos dónde está la casa que estaba en el lugar de ese edificio que hoy se levanta allí. Los habituales bares, los negocios de amplias vidrieras y los circuitos cotidianos que solíamos transitar para recorrer el centro y pasear un rato.
Hay esquinas que acumularon historia, historias vivas de la ciudad y de su gente. Lugares obligados de paso y circulación donde se gestaron momentos imborrables que tienen en común tenernos casi a todos como protagonistas, como las cuatro esquinas de Alberdi y Santa Fe. Engalanaban la principal esquina los estudios de LU5 AM, “La Radio de Todos” en la vieja casita punto de referencia obligado de todo el que llegaba desde la Estación “Neuquén” del Ferrocarril.
El lugar donde funcionó la LU5 Radio Neuquén por mucho tiempo fue una casa de familia. Antes de albergar los estudios de radio había sido el hogar de muchas otras familias y, mucho tiempo después, continuó siendo una casa de familia, pero de la familia de la radio.
Raúl Valladares, histórico locutor y conductor de la emisora que llegó a la radio en 1961 por una suplencia para convertirse después en una de las voces destacadas de LU5 nos comentó: “En la parte trasera de la vieja casa vivió durante muchos años con su familia el señor Noccioli, uno de los directivos de la emisora hasta el golpe militar del año 1976. La radio fue intervenida por las autoridades militares, quienes desalojaron al antiguo director de la emisora y pusieron en su lugar a un interventor que alquilaba una vivienda frente al domicilio de la radio y desde donde se cruzaba imprevistamente, para sancionar a los empleados que a su juicio incurrían en una transgresión, ya se tratara de locutores operadores o personal de planta”.
La casa tenía el estilo de las casas familiares de los años treinta y siempre conservó su encanto de jardines en el frente y añosos pinos que formaron, incluso mucho tiempo después de haber sido removido, parte del recuerdo indeleble de aquel sitio mágico en cuyo interior “sucedía la radio”
Carmen San Martín, la locutora que se ganó el título de “La Señora Radio”, aportó a su vez sus más entrañables recuerdos de la casa: “La casita de LU5 de Alberdi y Santa Fe está dentro de mis mejores recuerdos, de mis mejores años aquí en Neuquén. Llegué con muchas ilusiones una mañana de febrero de hace ya muchos años a los estudios de la radio, a aquella casita que a pesar de manifestar el paso del tiempo tenía esa calidez, tanta armonía, tanta buena onda y tanta energía que las paredes eran lo que menos importaba porque lo mejor era lo que había adentro.
Una casita que con el tiempo fue acusando achaques en su estructura, un recuerdo muy gracioso eran los días de lluvia cuando el agua se filtraba desde los techos y había que poner trapos, ollas y cuanto se pudiera para contener las goteras y no se inundara la sala. Entrañables recuerdos de esa casa, de sus pinos, de esa esquina por la que circuló tanta gente por esa radio: artistas, políticos, personas que iban a pedir alguna ayuda o que les pasen algún aviso. Los chicos que cuando era la época del sorteo del servicio militar iban a consultar los padrones para saber a quién le había tocado o quién se había salvado o si les había tocado Marina o Tierra o Aeronáutica. Tantos bellos recuerdos, era la casa de todos”.
Sin embargo, la historia de la casa se compone más bien de las anécdotas y las vivencias de quienes pasaron por ella. Tal como lo recuerda el Negro Sosa, uno de los más queridos conductores radiales. “La primera gran modificación de la casa después de los años setenta es el pasillo que se construye entre la sala de control central y lo que fue originalmente el auditórium o estudio grande, que hasta el último día se terminó usando como la sala principal de locución donde se hacían los programas.
En 1979, cuando se hizo ese pasillo, estaba como interventor el Comandante Parodi y estaban ideando la forma de pasar por el control central hacia la recepción, porque para hacerlo había que atravesar la sala de locución. Y lo resolvieron con una especie de biombo de madera y de vidrio, siendo esta una de las primeras modificaciones internas. Anteriormente, hubo otras, pero esta fue una de las que presenciábamos con asombro porque veíamos cómo se iba cambiando la emisora. La segunda reforma fue pasar el servicio informativo a otro lugar de la radio y, en su lugar, se emplazó la recepción con un espacio casi mínimo, pero que era la puerta de entrada a la emisora.
Más adelante se sacaron los pinos para que pudiera funcionar la antena con la que se transmitía el fútbol, tal como lo había previsto el antiguo técnico, el señor Suárez, que era necesario realizar para que no hubiera interferencia con la señal.
No se puede dejar de mencionar la llegada de las emisoras de frecuencia modulada en la casa de LU5, la primera de ellas fue FM5 y siendo más que importante poder contar en aquel entonces con una emisora propia de frecuencia modulada. Después aparecieron Pachá y un montón de estaciones de FM más que pertenecieron al grupo.
Me tocó hacer la última transmisión antes de que se mudara la emisora a su actual ubicación en la calle Fotheringham, fue un sábado a la noche y hacíamos el programa “La Nueva Caravana” con un grupo de música en vivo. Al otro día no se transmitió y el lunes fuimos todos a despedir la radio”.
Una casa testigo del paso creativo de Marcelo Berbel y de Don Milton Aguilar, de la época de oro del radioteatro con Marzorati y Edelman. De un 1982 cuando se realizó el maratón radiofónico: 84 horas de transmisión continua, de la que fueron protagonistas: Aníbal Forcada, Carlos Agundez, Luís Díaz, Osvaldo Arabarco, José Luis D’Atri, Ana Delgui. De las presencias inolvidables de Magda Byrne, Pepe Ramos Paz, Dante Morosani, El Corto Alvarado, Norberto Salmini, Agustín Orejas, Ana María Lambert, Rita Salto y de tantas otras estrellas.
El edificio en el que durante 60 años funcionó LU5, en la emblemática esquina de Alberdi y Santa Fe, fue derribado en mayo de 2012. En el lugar se construyó una serie de locales comerciales. La burocracia estatal y el probable dato con el que contaban los herederos de que iba a ser declarada como edificio de interés histórico apresuró la venta.
En diagonal a la esquina de LU5 funcionaba el Bar “Donato”. El Bar fue fundando en la década del ‘80 por Mario Luí con el nombre de Donato y funcionó (con ese nombre) hasta junio del 2003, en el marco de una crisis económica y social de la que el país tardaba en recuperarse. Mario Luí era, según cuentan, un exitoso comerciante al frente de la cadena de zapaterías: “El Palacio del calzado”, con sucursales en la ciudad de Neuquén y el interior de la provincia. Hay quienes aseguran que el nombre es en honor a Don Donato Ruiz, un político justicialista de la provincia muy querido por los neuquinos, que también formó parte de la comisión del Club Independiente de Neuquén en los ‘70.
El Bar Donato fue cita obligada de quienes gobernaron los destinos de la ciudad y de la provincia. Don Felipe Sapag solía ir con su esposa Chela casi siempre, pero sobre todo en verano. Incluso cuentan que a Don Felipe Sapag, por cuestiones de principio y de cortesía nunca le cobraban el café. Por entonces se le acercaba mucha gente que lo consultaba o le pedía algún favor y él les decía que lo dejaran que iba a arreglar y llamaba a los contactos que tenía y así ayudaba a mucha gente.
El florecimiento de Donato tuvo su esplendor del ‘90 hasta el 2000. Era la visita obligada de los funcionarios políticos que iban o venían de las entrevistas matinales de los programas de LU5 y en que en ocasiones especiales los mozos llevaban el café a los invitados al viejo edificio de la radio en Alberdi y Santa Fe.
Donde funcionaba la emblemática cafetería hoy abrió una casa de decoración.
Un testigo fundamental de aquellos años es el periodista, locutor y conductor Jorge “Negro” Rubén Sosa que llegó a Neuquén un 8 de mayo de 1978 y que según su testimonio: “Era una ciudad más chiquita y mucho menos receptiva que ahora. Eran tiempos en los que las calles Mitre y Sarmiento eran mucho más angostas”.
Con respecto a los estudios de la radio LU5, al estar ubicada cerca del Correo, de la Comisaría 1° y de los Juzgados, tenía una ubicación preferencial. Para la gente que venía a Neuquén desde otros lugares de la Provincia era un punto de referencia casi obligado. En la esquina donde después estuvo “Donato” me acuerdo que había una zapatería y fue la apertura del Bar lo que le cambió la fisonomía a esa zona, debido a la circulación que tenía. El bar tenía una vida política muy interesante, era el lugar de los “mentideros” políticos que tenía Neuquén, tenían buenas bebidas, los mozos eran verdaderos trabajadores gastronómicos con experiencia, te atendían muy bien y sabían guardar secretos.
Frente mismo a LU5 recuerdo un chalecito que después tiraron abajo para poner locales comerciales, entre ellos una fiambrería que se llamaba “El Tarasquito” que ahí sacábamos fiado nosotros en los 80.
En la Esquina de Alberdi y Diagonal estaba la imprenta Neumann, otra de las grandes referencias históricas de Neuquén y que desgraciadamente fue demolida en el año 2007, lo que fue una verdadera pena porque se trataba de una de las casas más viejas de Neuquén. Los concejales de ese momento no supieron estar a la altura y en medio día nada más la demolieron.
Frente a la imprenta estaba la Pizzería de Anita que solía ir a dar recetas a la mañana en el programa que tenía Agustín Orejas en LU5. Después vino la primera confitería que empezó a pasar Videoclips y que se llamaba “Le Club”. Ahí a la noche pasaban películas y en la parte de atrás tenían mesas de pool. Cuando con Marcelo Pérez Lisazo teníamos el programa “Evolución” era un lugar obligado o bien íbamos al Bar de “Coli” a terminar la noche.
Y no puedo dejar de recordar que frente a LU5, dónde hoy hay un estacionamiento estaba el Restaurant de Don Calderón, que tenía parrilla y ahí íbamos a comer choripanes”.
Como bien dice un poema de Jorge Luis Borges: “Ya somos el olvido que seremos; El polvo elemental que nos ignora” lo que subsiste de muchos de estos lugares son tan sólo fotografías y recuerdos entrañables. Partes de la ciudad que se reafirman en nuestra memoria y que también resisten en nuestros recuerdos.
El tiempo, por ahora, demuestra ser un poco más compasivo con lo que recordamos que con los edificios históricos que han desaparecido.
Fuente: LM Neuquén