Lector incansable, pintor, visionario y líder militar: todas las caras de José de San Martín

Este lunes se cumplen 170 años de la muerte del Libertador. La historiadora Beatriz Bragoni reconstruye su pensamiento y su legado.

 

Su mirada, en un daguerrotipo de 1848 -cuando el prócer tenía 70 años- que atravesó el tiempo.

San Martín fue un líder político y militar excepcional: libertador, paradigma del dirigente y miliciano por su honestidad, probidad; incluso líderes de orígenes políticos opuestos buscaron apropiarse de su figura. Un prócer que además se destacó como educador: elaboró un completo plan de lecturas, y viajaba siempre con su biblioteca portátil de 850 libros en 11 baúles, que llevó al cruce los Andes. Estudiaba él y compartía conocimiento con sus soldados.

También se interesó por la salud, la diplomacia y las políticas carcelarias. Desde el 1800, San Martín pensaba y proyectaba un país que entonces era solo una idea. Hasta se detuvo a pensar en el lugar de la mujer en la sociedad.

Hay quienes sostienen que hubiera elegido dedicarse al arte y no a la milicia, pero debió hacer la carrera militar por mandato familiar, tal como sus hermanos. De joven, San Martín descubrió su pasión artística. Cuando permanecía embarcado, como parte del ejército español, “pintaba cuadros de motivos marítimos, al igual que el maestro Quinquela Martín, admirador del prócer e ideólogo del Instituto Nacional Sanmartiniano en homenaje”, confirma Silvina Gregorovich desde la Fundación Benito Quinquela Martín.

Oleo anónimo de 1829; se conserva en el Museo Histórico Nacional.

Oleo anónimo de 1829; se conserva en el Museo Histórico Nacional.

En el 170° aniversario de su muerte, la historiadora mendocina Beatriz Bragoni -autora de San Martín. Una biografía política del Libertador (Edhasa)– indaga en el lado político del patriota, sus aportes y legado.

– ¿Por qué sostiene en el libro que ha habido una “operación estatal de manipulación” de la memoria sanmartiniana? ¿Esto se refleja en el siglo XXI?

– Las naciones requieren de mitos y héroes que sirvan a la sedimentación de identidades y sensibilidades colectivas. Que San Martín fuera candidato ideal para liderar el panteón nacional obedeció a la percepción y voluntad de intelectuales y políticos de recuperar el pasado revolucionario y convertirlo en fragua de la unificación nacional. También por representar la imagen de un general exitoso que proyectó la revolución rioplatense en Sudamérica, para ello fue necesario despojarlo (como lo hicieron Sarmiento y Mitre) de su pasado monárquico. Hay momentos de los usos públicos de San Martín en la narrativa estatal nacional: el primero distingue las intervenciones de los románticos argentinos que jalona la formación de una cultura e identidad nacional en el siglo XIX. El segundo identifica el giro introducido en la Argentina de entreguerras que priorizó el perfil militar en sintonía con el creciente papel de las fuerzas armadas en la vida política del país; el tercero, erige al peronismo clásico como principal promotor del culto sanmartiniano que gravita en la radicación fija en el imaginario nacional susceptible de ser interpelado por las vertientes de derecha e izquierda que distinguieron el combate político y cultural posterior a 1955. La vigencia de San Martín en el imaginario y como objeto de uso estatal se evidenció en 2015 al restituirse el sable corvo al Museo Histórico Nacional. La última -que seguramente no lo será-: circula el plan San Martín que propone líneas de acción para urbanización de barrios populares o villas y crear trabajo.

La historiadora Beatriz Bragoni.

La historiadora Beatriz Bragoni.

– ¿Cuáles son las iniciativas más destacables que impulsó San Martín en cultura y educación?

-La apuesta de San Martín en la cultura y educación se inscribía en el clima de la Ilustración. Un plan de lecturas que quedó atestiguado en el catálogo de libros y periódicos que preservó o donó a la biblioteca de Lima y de Mendoza, que combinaba textos de historia de Europa, historia y reglamentos militares; literatura de viajes; técnicas agrícolas. Como gobernador de Cuyo impulsó la creación del colegio de la Santísima Trinidad para la educación de los hijos de las elites locales, y estimuló la difusión de valores heroicos y marciales mediante el montaje de obras teatrales entre los jefes, oficiales y soldados del Ejército.

– En el reglamento que hizo para los Granaderos a Caballo, prohibía levantarle la mano a una mujer aun cuando esta lo insultara o agrediera. Desde el siglo XXI: ¿cómo era su concepto de justicia, del trato hacia la mujeres y qué lugar les dejaba?

-San Martín compartía el canon ilustrado sobre el “bello sexo” que recluyó a las mujeres a la familia y al orden doméstico; ese modelo fue el que replicó al momento de fundar su familia en Buenos Aires y ocuparse en detalle de la educación formal de su hija Mercedes. Pero tampoco fue indiferente a los efectos de la revolución y guerra en la politización de las mujeres y de familias enteras que podían jugar a favor o en contra de los intereses políticos que perseguía. Esa razón explica decisiones firmes contra las mujeres refractarias a la causa de América mientras preparaba el cruce de los Andes que alcanzaba a las matronas de viejos linajes mendocinos, y a las mujeres del común cuando desafiaban la vigilia o control de los jueces pedáneos protegiendo a los desertores.

– ¿Qué claves de la cooperación internacional actuales promovió?

-Él creyó posible, como lo atestigua la proclama a los limeños de 1818, la concertación de alianzas o confederación entre las flamantes comunidades políticas. Sin embargo, esto no supone ignorar las gestiones del Libertador y de Bernardo O’Higgins para obtener la protección británica y mejorar las chances de reconocimiento de las nuevas naciones en el mundo y promover el libre comercio en el contexto de la restauración europea, como motor de crecimiento. Desde Francia, rechazó de plano la agresión o intervención de las potencias europeas en el continente.

El sable del prócer, en el Museo Histórico Nacional. / Andres D'Elia

El sable del prócer, en el Museo Histórico Nacional. / Andres D’Elia

– San Martín hablaba de política económica con medidas impositivas para que pagaran más quienes más tenían, y también de otras en favor del desarrollo de la industria…

-El prócer practicó un esquema tributario basado en las urgencias de la guerra y la necesidad de financiar las campañas militares a Chile y Perú; usó criterios diferenciales según rango y fortunas en base a negociaciones concertadas con los cabildos y el gobierno general, pero también preservó por convicción el estricto respeto a los derechos de propiedad.

– ¿Cuáles son sus aportes más valorados en salud pública y sistema carcelario? ¿Y a qué se debía su preocupación en estas materias en su época?

-Es muy conocida la aplicación de la vacuna contra la viruela cuando gobernó Cuyo y también su preocupación sobre los prisioneros de guerra inspirado en el derecho de gentes, lo que suponía tratamientos humanitarios. Las condiciones de presidios y cárceles eran precarias por lo que habilitó el trabajo de los prisioneros de guerra de Chacabuco y Maipú a labores agrícolas e hidráulicas en Mendoza y San Juan. En Lima, antes y después de la Declaración de la Independencia en julio de 1821, los hospitales estaban colmados de enfermos y la dieta de los soldados incluía alimentos llenos de gusanos…

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– ¿A qué se refiere al «legado del viejo soldado de la independencia»?

– Ese legado quedó sintetizado en la clasificación de su archivo personal y la decisión de que éste fuera entregado a un historiador; en su testamento de 1844 y en epístolas cursadas a dirigentes latinoamericanos fundamentó sus decisiones en vista a preservar la reputación patriótica. Su hija también cumplió un papel importante en la preservación de la memoria de su padre: sobre todo cuando lo hizo retratar ya siendo anciano, y contrató servicios fúnebres realizados solo para “cadáveres célebres”.

Beatriz Bragoni. Básico.

Doctora en Historia por la UBA. Profesora titular regular en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Cuyo, investigadora principal del Conicet y académica correspondiente de la Academia Nacional de la Historia. Realizó estudios posdoctorales en la École des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París. Dirige el Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales del Centro Científico y Tecnológico Conicet-Mendoza.

Fuente: Clarín

 

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