Si en la mayoría de los hogares argentinos se frecuentan más las pantallas que los libros, como revelan estudios recientes, no debería sorprender que los chicos que viven rodeados de televisores, celulares y computadoras prefieran los medios tecnológicos a los gráficos. Tampoco, que lean y escriban en soportes digitales antes que en papel. Esta tendencia ha modificado el ejercicio de leer y ha dado lugar a nuevas formas de narrativa y de adquisición del conocimiento, entre otras importantes transformaciones.
Así opina Roxana Morduchowicz, autora del libro Los adolescentes del siglo XXI (Fondo de Cultura Económica), basado en las conclusiones de una encuesta nacional sobre consumos culturales del Ministerio de Educación de la Nación. Con esta postura coinciden destacados especialistas extranjeros, como Néstor García Canclini y Martín Jesús Barbero, que estudian el impacto de las tecnologías en la sociedad.
«Los sondeos de consumos culturales se repiten cada cinco años porque se estima que en ese lapso pueden surgir importantes modificaciones de actitudes y conductas -explicó Morduchowicz, responsable del diseño y la dirección de las investigaciones de 2006 y 2011-. Al tratarse de estudios cuantitativos (el último abarcó a 1200 adolescentes entre 11 y 17 años de todo el país), tienen la enorme virtud de funcionar como una radiografía: indican qué leen, qué escriben, qué ven, qué escuchan, por dónde navegan. Apuntamos al consumo cultural en el tiempo libre para conocer qué eligen los chicos cuando pueden elegir.»
Por Natalia Blanc | LA NACION