La nueva Oficina de Coordinación de Defensa Planetaria creada por la Nasa tiene como misión detectar y rastrear los miles de asteroides y cuerpos similares que circulan en la vecindad del planeta. El objetivo es identificar un posible riesgo de colisión, activar las alarmas cuando la catástrofe sea inminente y desarrollar tecnologías que a futuro permitan desviar estas amenazas en caso de ser necesario.
Las alarmas de la Nasa se encienden cuando una lluvia de meteoritos destruye el transbordador Atlantis y bombardea el planeta desde la costa este de Estados Unidos hasta Finlandia. Las rocas son desechos de un asteroide del tamaño de Texas que chocará con la Tierra en 18 días y que incluso causará la extinción de las bacterias. ¿El plan de la agencia espacial estadounidense? Enviar una misión tripulada hasta el cuerpo espacial y detonar un dispositivo nuclear que lo parta en dos y lo aleje del planeta.
Esa es la apocalíptica trama de la película Armagedón, en la que Bruce Willis encarna a un heroico experto en perforaciones petroleras que lidera a los astronautas encargados de colocar la ojiva en el interior del asteroide. Lindley Johnson no es tan famoso como el actor pero su nuevo trabajo es tanto o más importante que el rol que cumple Willis en el filme: evitar que ocurra una crisis como la que presenta Armagedón, o al menos asegurarse de detectar la amenaza antes que el desastre sea inminente.
Hace algunas semanas, la agencia espacial de Estados Unidos nombró a Johnson en el cargo de director de una nueva división cuyo nombre parece inventado en Hollywood: Oficina de Coordinación de Defensa Planetaria (PDCO). Básicamente, la labor de este ingeniero y ex coronel de la Fuerza Aérea es proteger el planeta de colisiones con cuerpos espaciales. Puede sonar una labor alarmista pero no lo es, ya que cada año se detectan 1.500 cuerpos espaciales que la agencia espacial califica como “objetos cercanos a la Tierra”, es decir, asteroides y cometas que se aproximan al menos a 45 millones de kilómetros de la órbita del planeta (a manera de referencia la distancia entre la Tierra y la Luna es de 385 mil kilómetros).
Aunque la PDCO acaba de ser inaugurada, la Nasa empezó a rastrear estos objetos hace casi dos décadas y desde entonces sus instrumentos y expertos han descubierto más de 13.500 de estos cuerpos. Usualmente, no se acercan lo suficiente como para causar alarma, pero de tanto en tanto alguno llega hasta el planeta y acapara los noticieros de todo el mundo. Es lo que ocurrió en 2013 con el meteorito de 20 metros que cayó en Cheliábinsk y que arribó a la Tierra a una velocidad de 69 mil kilómetros por hora. Su explosión en los cielos de Siberia causó una onda de choque que destrozó vidrios, daño más de siete mil edificios e hirió a miles de personas. Además, el impacto en la atmósfera –que liberó 30 veces más energía que la bomba atómica de Hiroshima- generó múltiples meteoritos más pequeños que cayeron por toda Siberia.
Si el evento hubiera ocurrido en una zona mucho más poblada, el caos habría sido total por lo que Johnson afirma que el meteorito de Cheliábinsk es un ejemplo perfecto de lo que la Nasa intenta detectar y rastrear. “Evaluar el riesgo de impacto de estos objetos espaciales ha sido prioridad para la agencia por años y, de hecho, hemos tenido un programa para detectar, rastrear y caracterizar esta amenaza desde 1998. El establecimiento formal de la PDCO es un reconocimiento al creciente nivel de esfuerzo y recursos que se han invertido en este proyecto”, señala el ingeniero, quien durante años dirigió el programa de detección de objetos cercanos en la Nasa.
Johnson agrega que esta investigación no se enfoca sólo en “salvar al planeta”, sino que también en comprender mejor la vecindad de la Tierra: “En los últimos años hemos aprendido bastante sobre los riesgos de impacto y la manera de reaccionar, pero mediante el estudio de la formación y evolución de estos miembros más pequeños del sistema solar también hemos aprendido bastante sobre ciencia planetaria”. Tal como dice Johnson, estos cuerpos son restos de la formación del sistema solar hace cuatro mil millones de años y se cree que los cometas que bombardearon a una naciente Tierra realizaron cambios en su atmósfera, océanos y clima que fueron fundamentales para el inicio de la vida.
Cuna de asteroides
Hoy los científicos señalan que el punto de origen de la mayoría de estos objetos cercanos es el cinturón de asteroides que existe entre Marte y Júpiter. “Su composición es bastante similar a los asteroides que existen en esa zona. Además, el análisis de la evolución que presentan sus órbitas durante largos períodos de tiempo muestra que la interacción gravitacional entre Marte y Júpiter puede empujar a los asteroides hacia el interior del sistema solar y la Tierra”, afirma Johnson.
La agencia espacial estima que más del 90 por ciento de los objetos mayores a un kilómetro ya ha sido descubiertos, por lo que ahora el foco está en hallar aquellos ligeramente más grandes que una cancha de fútbol. En 2005, se le encargó a la Nasa detectar el 90% de este tipo de objetos para fines de 2020 y esa es la meta que hoy se busca cumplir.
La escala de esta misión explica también el continuo aumento de recursos que la Nasa maneja para el rastreo de estos objetos: mientras en 2010 el presupuesto para esta tarea era de cuatro millones de dólares esa cifra llega hoy a 50 millones. En esta labor de seguimiento se usan principalmente telescopios de superficie como el Pan-STARRS que funciona en Hawái, aunque también se ocupan naves que operan en el espacio como el Explorador de Investigación Infrarroja de Campo amplio, o WISE.
“Estos telescopios detectan la luz y el calor del sol que se reflejan en un objeto determinado. Estos cuerpos deben volverse lo suficientemente brillantes como para ser registrados por las cámaras de los telescopios. Hoy los objetos de más de un kilómetro se pueden detectar en una ubicación tan lejana como el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, pero incluso se puede identificar un objeto de apenas un metro que se interpone entre la Tierra y la Luna”, comenta Johnson.
Cuando se detecta un asteroide o cometa, la información de rastreo se ingresa a una base de datos global mantenida por el Centro de Planetas Menores, una plataforma operada por la Unión Astronómica Internacional. Además, su órbita es monitoreada por el Centro de Estudios de Objetos Cercanos (CNEOS) que funciona en el Laboratorio de Propulsión Jet de la Nasa, en California. Incluso, la agencia tiene una aplicación llamada Asteroid Watch que se puede descargar a un computador y que detalla día a día los acercamientos al planeta: por ejemplo, para este lunes 22 de febrero el programa muestra que un asteroide del tamaño de una casa que pasará a 4,7 millones de kilómetros de la Tierra.
“No existe una probabilidad significativa de que alguno de los objetos que ya conocemos pueda impactar a la Tierra en el futuro. El riesgo más grande lo representa un objeto llamado 2009 FD que tiene una probabilidad de 1 en 714 de chocar con la Tierra en 2185. Pero si miramos más cerca, digamos en los próximos 25 años, el objeto más próximo sería el asteroide Apophis, que mide unos 325 metros y que pasará a 32.000 kilómetros el 13 de abril de 2029”, comenta Johnson. El director de la PDCO agrega que “asteroides de pocos metros impactan el planeta todo el tiempo. De hecho, hace algunos días uno de ellos llegó al área de Washington DC. Pero no causan daños y usualmente hay asteroides pequeños que cada ciertos meses pasan a menor distancia que la que alcanzará Apophis”.
Reacción de emergencia
¿Qué pasaría si la PDCO detectara repentinamente un asteroide en trayectoria de colisión directa con la Tierra? Por ahora, no existen muchas opciones salvo generar una alerta internacional sobre el lugar, fecha y hora estimada del evento, además de contactar a la Casa Blanca en caso que el impacto afecte a territorio estadounidense. Recientemente, la Nasa firmó un protocolo con la Agencia Federal de Manejo de Emergencias de Estados Unidos (FEMA) para crear un “Grupo de respuesta a un impacto planetario”, mientras que la Agencia Espacial Europea (ESA) también coordina acciones similares con los organismos pertinentes del Viejo Continente.
Además, en 2013 la Organización de Naciones Unidas (ONU) autorizó la creación de la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN), organismo compuesto por todos los científicos que rastrean asteroides y cometas y cuya labor es alertar sobre impactos. Detlef Koschny, doctor en ciencia planetaria y experto en objetos cercanos de la ESA, indica que ese organismo tiene fondos para construir un avanzado prototipo de telescopio “cuyo campo de visión capta en una sola imagen el equivalente a 180 veces el área que ocupa la Luna llena en el cielo. Con tres o cuatro de estos aparatos, podríamos escanear completamente el cielo al menos una vez por noche. Eso nos permitiría registrar objetos pequeños sin importar donde estén”.
Johnson señala que aún con las limitaciones que tiene el rastreo de asteroides y cometas, si el objeto es mayor a 100 metros puede ser detectado con años o décadas de anticipación. “Eso nos daría tiempo suficiente para montar alguna misión internacional que intente desviar la amenaza. Parte de la tarea de PDCO es desarrollar tecnologías para lograr ese objetivo en colaboración con otras naciones”, explica. Una de esas misiones en carpeta se llama Evaluación del Impacto en el Desvío de Asteroides (AIDA) y es desarrollada en conjunto con la ESA: se trata de una sonda que partiría en 2020 con rumbo al asteroide Didymos y el objetivo es determinar si un impacto dirigido puede alterar el curso de uno de estos cuerpos espaciales.
Además, la Nasa prepara para la siguiente década otra misión que utilizará un robot para tomar muestras de un asteroide y analizar la opción de usar un brazo mecánico y la gravedad para empujar el cuerpo fuera de su trayectoria. “La creación de la PDCO muestra que este tema se está tomando en serio. Lo que ocurrió en Cheliábinsk nos mostró que la amenaza es real y la creación de esta nueva oficina dará pie a nuevos puestos de investigación que profundizarán el trabajo hecho hasta ahora”, afirma Koschny.
FUENTE: Diario La Tercera