Bajo el sello Gárgola Ediciones, jóvenes escritores proponen novelas, cuentos y relatos que dan cuenta de la rica diversidad y potencia de la literatura argentina actual.
Por Leticia Pogoriles
Las novelas «El exceso» de Edgardo Scott, «Grisú» de Marcelo Vertua y los relatos «Sueños del hombre elefante», de Juan José Burzi y «Lugares apartados», escrito por Jorge Boscatto son las recientes propuestas de la novedosa colección «Laura Palmer no ha muerto», que nuclea voces de la nueva generación de narradores argentinos.
Bajo el sello Gárgola Ediciones, esta colección a cargo del joven editor y escritor Ricardo Romero trae al lector «novelas, cuentos y relatos que dan cuenta de la rica diversidad y potencia de la literatura argentina actual», explica.
Estos libros escritos por «quienes vivieron la dictadura desde la protección de la infancia, quienes pelearon la guerra de Malvinas en el patio de sus casas, y más adelante se encontraron con el cable, los videoclips y los dibujos japoneses encabezados por Robotech. Y claro, después Internet», cuenta sobre el imaginario que sobrevuela estas creaciones.
En esta secuencia se inscribe «El exceso» donde Scott (Lanús, 1978) se pregunta en una novela coral:»¿En qué medida una época produce subjetividades? O al revés, ¿en qué medida ciertas subjetividades generan una época?».
Escrita en la doble temporalidad de la repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas en octubre del 89 y de los episodios de diciembre de 2001, «El exceso» se centra en personajes como el ministro Valle, su custodio, el hijo del ministro, Elena, la empleada del ministro, y Héctor Leguizamón, novio de la hija del ministro, cuyas historias son puntos de inflexión para determinar el marco político e histórico.
Desde un registro más gótico y marginal y con una atmósfera densa que recubre la escritura se presenta «Sueños del hombre elefante», diez relatos escritos por Juan José Burzi (Lanús, 1976) plagados del espíritu deforme «de apariencia monstruosa y atrayente» de esa figura incorrecta del hombre elefante que moldea a personajes con tumores, deformidades, cuerpos mutilados y hasta unas siamesas, Lavinia y Drusila, unidas por el hígado y el páncreas.
Jorge Boscatto (Córdoba, 1962) suma a esta colección un puñado de delirio con «Lugares apartados», del que se extrae una galería de personajes extravagantes y místicos que buscan -con sus pequeños actos rebeldes- una escapatoria de esta «cárcel de inmanencias», como sugiere el autor.
Entre ellos están «un sujeto que decide enamorarse de unas cejas, otro que se hace torturar por el sencillo procedimiento de aplicar una denominación caprichosa a las pedestres letrinas, un tercero que busca una manera original de suicidarse colgándose por la boca de un gancho de carnicero, un perro que entra en un fervoroso estado místico y un sicario un tanto feroz que acepta hacerse cargo de una niña desamparada», resume Boscatto.
Marcelo Vertua se presenta con su novela de iniciación «Grisú» que transcurre entre finales de los 80 y principios de los 90 en un secundario católico de varones: «Tal vez la época más importante de la formación de un individuo, sin ninguna chica a la vista», escribe el autor.
Como un rosario de preguntas sobre la a veces patética educación sentimental de los adolescentes de esa época, Vertua (Buenos Aires, 1974) dispara interrogantes sobre sí mismo y lo logra hacer a cuatro manos, por un lado, al joven que fue y, por otro, al adulto en el que intenta convertirse.
«¿Por qué durante años me costó tanto relacionarme con las mujeres?, ¿Cómo llegué a ser lo que soy?, ¿Qué es peor: ser gordo, pelado o no tener smartphone?, ¿Dios es un jefe enojado o un auxilio espiritual con el servicio interrumpido?, ¿Por qué nunca tuve amigas de verdad (sin beneficios)? ¿Lo que se conoció como Generación X, en realidad consistió en una horda de simios obsesionados con las polleritas de Xuxa?», se interroga Vertua
Y sigue, como una forma de reivindicar lo que redes sociales y programas de televisión exitosos vuelven a exponer de formas menos sutiles: «¿En qué quedó la relación entre el lápiz, el casete y la idea de rebobinar una etapa de la vida para pasarla al revés? ¿Aparece en esa cinta algún mensaje subliminal?».
Estos cuatro autores se suman a la colección «Laura Palmer no ha muerto» por la que ya pasaron escritores como Leonardo Oyola, Juan Terranova, Federico Levín, Ricardo Romero, Mariano Quirós, Esteban Magnani, Tatiana Goransky y que la consolida como un muestrario interesante de los jóvenes narradores argentinos del momento.
«No es meramente lo nuevo, no es una vanguardia, no es un grupo de gente que se junta a decir qué es lo que hay que escribir ahora. Hay tantas Laura Palmer como escritores que se acercan a ella. También esperamos que Laura Palmer sirva para que se actualicen los debates y las lecturas. La experiencia valdrá por sí misma», concluye Romero, al frente de este manojo de nuevas historias para descubrir.
(Télam – diario Río Negro)