Las pinturas rupestres del Alero de Charcamata (Santa Cruz) tienen una antigüedad de entre 5400 y 9000 años. El Alero de Charcamata en Santa Cruz se declaro patrimonio nacional, el sitio tiene pinturas de hasta 9000 años atras.
FUENTE: Diario Clarín
Existe en la Patagonia, concretamente hacia el oeste de la provincia de Santa Cruz, un imaginario visual de extraordinaria riqueza patrimonial e identitaria (aunque la palabra no exista en el Diccionario de la Real Academia Española). Son pinturas rupestres –manos, hombres, animales, instrumentos de caza– que los antiguos pobladores dejaron como prueba de su existencia y su legado para el futuro. Se ubican en una formación rocosa, en la cuenca del Río Pinturas, exactamente en el Alero (saliente, galería) de Charcamata I y II.
No todas las etnias que eligieron esa representación simbólica de su cotidianeidad están identificadas. Carlos Aschero, el arqueólogo y científico más reconocido hoy por sus estudios en el Río Pinturas, Santa Cruz, sostiene que este testimonio elocuente no es herencia de los tehuelches, sino de otros pueblos ancestrales, cuya antigüedad se sitúa entre los 5400 y los 9000 años.
Aschero trabajó mucho con el legendario y ya fallecido Carlos J. Gradin, el primero en dar la noticia al mundo científico, en 1964, de la existencia de la Cueva de las Manos, ubicada en ese cañadón lacustre, entre Perito Moreno (no el famoso Glaciar ubicado en cercanías de El Calafate, más al sur) y Bajo Caracoles. Fue declarada patrimonio cultural de la Humanidad por Unesco en 1999. Entonces Gradin escribió en Recuerdos del Río Pinturas: “Cruzamos el río y levantamos el campamento en una rinconada de las bardas (…). Enseguida fuimos a mirar las pinturas. Salvo una que otra exclamación, nuestra admiración fue de silencioso respeto”.
Ahora mismo en el Alero de Charcamata –patrimonio histórico nacional conforme la declaratoria de la Comisión Nacional de Patrimonio, a cargo de Teresa Anchorena– Aschero se sigue maravillando por el legado cultural de los pueblos nativos que superpusieron sus respectivas cosmovisiones, siempre alrededor de lo que constituía su actividad principal: la caza y el guanaco.
Recuerdos en la piedra
Una charla con el arqueólogo arroja que aún hay mucho por saber, aunque lo que hoy se conoce del enclave es muchísimo, desde la perspectiva científica. La región no sólo importa por su riqueza cultural y patrimonial. Está ubicada donde la provincia es rica en yacimientos metalíferos (oro y plata). Una declaratoria protege el lugar de una depredación comercial y de la destrucción de los sitios arqueológicos. Por eso, la presidenta de la Comisión Nacional invitó al subdirector general de Unesco para la Cultura, Francesco Bandarin, a recorrer el Alero de Charcamata, porque dadas las representaciones rupestres allí existentes, bien podría incluirse como patrimonio mundial en el mediano plazo, y formar con la Cueva de las Manos un conjunto mejor protegido.
Los arqueólogos son reacios a abrir conjeturas sobre el terreno que pisan. Por eso, si uno insiste en preguntarles cuáles son los pueblos originarios que dejaron legados trascendentales, dirán que hasta el presente se sabe que los pobladores que habitaron esos refugios rocosos de Charcamata convivieron con el arte rupestre que dejaron sus antecesores y estos con el de otros. Así, hasta remontarse a 5400 años atrás.
Carlos Aschero respondió desde Tucumán, donde vive y desde donde se mueve por todo el país buscando vestigios de quiénes fuimos para conocer mejor quiénes somos. “Las pinturas en el gran abrigo rocoso, debajo del cual pasa el arroyo Charcamata, fueron realizadas hace más de 5000 años, aproximadamente, y son posteriores a las más antiguas de la Cueva de las Manos. O sea, a las escenas de caza que en la Cueva empiezan hace 9300 años. En Charcamata II, que es el gran Alero (mayor que el denominado Charcamata I) hay dos estilos: Cueva Grande y Charcamata”, cuenta el científico.
Subraya que “ambos aleros tienen representaciones de guanacos, guanacas preñadas, figuras humanas muy esquemáticas, negativos de manos y signos no figurativos. Pero ya no hay aquí escenas colectivas de caza como en la Cueva de las Manos. Sólo alguna escena de caza individual. Son pinturas que tienen su mayor despliegue iconográfico en los sitios mencionados. Y de estas hay algunas representaciones aisladas en la Cueva”.
Aschero señala que de las poblaciones autóctonas que habitaron la cuenca del Río Pinturas se sabe poco. Teresa Anchorena menciona que existió una llamada “ruta del guanaco”, detrás del cual iban los nativos para obtener de ellos la carne y la piel para protegerse de la inclemencia climática de la Patagonia. Y sostiene que ese trazado iba desde el Atlántico, cuyo clima en determinada época del año era más benigno, que en el oeste de la región, hasta casi el pie de la Cordillera. De allí que ambos aleros y la Cueva de las Manos pudiera ser refugio de los pobladores originarios.
El paisaje que recorren las pinturas del Alero de Charcamata II está referido a la caza, a las estrategias que aplicaban los nativos para capturar a los guanacos y huemules (hoy inexistentes, pero representados en el sitio), a las huellas que ellos mismos recorrían, no en forma de pisadas sino de líneas de puntos, y a la vida cotidiana. “No sabemos bien aún acerca de la etnia o población que produjo este arte rupestre. En todo caso, son pretehuelches. Poco se sabe de las poblaciones originarias del Río Pinturas. Es posible que en alguna época histórica haya vivido una parcialidad tehuelche conocida como los metcharnuwe, que significa ‘gente del país de la resina’, en alusión a la resina del molle (schinus molle), muy usada por los indígenas. Cuando los primeros colonos europeos llegan al Río Pinturas, encuentran familias tehuelches que procedían del norte de la Patagonia y habrían llegado tras las avanzadas de la Conquista del Desierto”, dice el arqueólogo.
Poco recoge la crónica periodística o la literatura de viajes de este conjunto patrimonial de invaluable riqueza; quizá haya más estudios académicos, pero por lo menos, dice Aschero, el trabajo sobre las pinturas rupestres y la arqueología de Charcamata II está en el libro de Gradin y Ana María Aguerre, titulado Contribución a la arqueología del Río Pinturas.
Figuras humanas muy esquemáticas, manos, animales (guanacos): figuras que datan de entre cinco y nueve mil años.