Editorial Albatros editó un libro que intenta acercar la visión de la reina del arte pop latino a los más pequeños.
“Siempre fui escándalo”, decía hace cerca de un año atrás Marta Minujín, en su desembarco en el MNBA de la ciudad Neuquén.
La artista, que en enero último se casó con el arte, vuelve a ser noticia. Pero esta vez como protagonista del nuevo tomo de la colección “Arte para chicos”, que escribe la doctora en Arte y Enseñanza Vali Guidalevich y que intenta mirar el mundo desde la perspectiva de distintos artistas.
“Esta obra está redactada en primera persona y la protagonista es la misma artista. No propone un recorrido exhaustivo por la obra ni por su biografía, sino diferentes puertas de entrada a diversos momentos de su producción a través de relatos”, explica Guidalevich al final de la publicación.
Publicado por la editorial Albatros, el libro que fue presentado en la pasada Feria Internacional del Libro de Buenos Aires entrevera imágenes de la artista plástica y textos desopilantes que ayudan a conocerla, además de su obra.
En primera persona
“¡Hola! Soy Marta Minujín”, irrumpe. “Soy una artista divertida, entusiasta y aventurera. Me gusta salir en la televisión, escucharme en la radio y que los periodistas me entrevisten… ¡Ser famosa! Pero lo que más me gusta es crear mis obras con total libertad”, dice en un libro que intenta acercar el arte a los pequeños lectores, de un modo lúdico y revelador, muy singular dentro del universo bibliográfico infantil.
La publicación está organizada de manera tal de responder algunos interrogantes que formula Guidalevich: “¿Es posible que chicos y chicas aprendan no sólo a ver sino a tener una experiencia vívida en relación con una obra de arte? ¿Puede el arte, a través del juego, abrir la posibilidad de ver, preguntar, reflexionar, imaginar, crear y aprender? ¿De qué manera impactan las experiencias estéticas en nuestros modos de conocer y entender el mundo?”.
En el caso de Minujín, la idea fue reflejar “sus ideales y pasiones, cómo se reflejan en su arte y cómo se entrama su obra con el contexto social en que fue creada, y con el actual”, sintetizó la autora.
Etapas
Bajo títulos como “Mi infancia. Viajes y pinceladas”, “¡No podía parar de pintar!”, “Mi búsqueda desaforada por encontrar un lugar en el arte”, “Mi carpa en París” o “Colchones fosforescentes”, Minujín va desplegando sus pasos en el camino del arte desde que tenía 12 años, cuando empezó a estudiar “y no podía parar de pintar”.
Referente del arte pop latino, Marta fue una artista vanguardista de cuarenta años atrás, cuando la mayoría pensaba que su obra sólo se trataba de una extravagancia: arte efímero, happenings, site-specific.
Ahora que el mundo le da la razón, la artista cuenta qué es un happening y asegura que nace de no querer el arte “encerrado en los museos”.
“Prefiero que el arte salga a las calles. Mis obras son participativas, todo el mundo puede acercarse a aquellas, recorrerlas, jugar y vivir diferentes sensaciones”, cuenta en el libro, donde además aparecen varias fotos de sus famosos colchones, que formaron parte de la instalación “¡Revuélquese y viva!” (1694-1985), “una ambientación armada con colchones hechos con tela, gomaespuma y pintura, donde la gente podía entrar y zambullirse”.
Y además…
Desde el principio y en forma paralela, el libro propone diversas actividades: desde mirar una obra y pensar a qué estación del año les hace acordar y por qué, para invitarlos a pintar las otras tres estaciones o crear una caja táctil-visual relacionada con las obras de Minujín.
A la par arroja datos sobre su vida: “A los 24 años fui mamá por primera vez: nació mi hijo Facundo”. Cuenta las obras que va creando: “inauguré una obra muy importante en el Instituto Di Tella: ‘La Menesunda’; la realicé con el artista Rubén Santantonón y otros amigos que nos ayudaron en el montaje”, y las describe: “Consistía en un laberinto formado por dieciséis estaciones”. Y agrega que muchos periodistas escribieron que “estábamos locos por haber hecho algo así. ¿Creen que me preocupé? Todo lo contrario. No hay que asustarse cuando nos critican. Tenemos que creer en lo que hacemos, defenderlo y seguir hasta el final”.
Por otro lado, Minujín relata su encuentro con los máximos artistas pop, entre ellos Andy Warhol y Roy Lichstenstein (ver recuadro), en una época en que usaba anteojos con vidrios de colores y mameluco, y muestra varios de los que usó. “¿Me diseñan un nuevo mameluco para ir a mi próxima exposición?”, propone a sus lectores.
Amiga de Dalí, Minujín incorpora al libro fotografías de sus esculturas en yeso y bronce y otras obras suyas, como el obelisco acostado o todo lo relacionado con el arte efímero.
“Algunas de mis obras duran un mes, otras una semana o un día. No me propongo que duren para siempre. ¡Es arte efímero!” define, y afirma que “la única manera de saber si una idea es buena, es hacerla!”.
Justamente entre esos fragmentos se deja ver un estilo que nace de una necesidad, tal como lo contó reiteradas veces: “Gané 17 becas, viajé por todo el mundo y pasé hambre y miseria en París y en New York. Y ahí fueron saliendo las cosas: como no tenía plata para pagar el guardamuebles para mis obras se fueron destruyendo, y ahí nació mi idea de hacer arte efímero. Hacer un obelisco de pan dulce, una torre de pan lactal, obras que la gente misma se las comía, Y eso resultó de mi propia vida que es como un happening constante”.