La carretera, por su naturaleza, tiene uno de los finales más duros del cine reciente. Esta historia, en la que la madre abandona un modelo de vida sobrehumano, porque bastante lo fue para ella cuando el planeta no estaba sumido en el post-apocalipsis, explica con cantidad de detalles y situaciones paradigmáticas, cómo nos enseña papá a sobrevivir en el extremismo vital absoluto. Es una metáfora salvaje de lo que hay que hacer en la vida para salir adelante, en muchos casos hiperbolizado hasta el gesto de desaprobación. Sin embargo, Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee realizan un trabajo de empatía y complicidad alucinante, y por ello sentimos que su travesía hacia la muerte podría ser la nuestra, y que en esa playa podríamos estar llorando todos eternamente golpeando el pecho del que fue nuestro mentor en esto tan complicado que, a veces, es la vida. Enseña y emociona como ninguna, porque aquí la figura paterna sí tiene muchas cosas que decir, y lo hace humildemente.