Una planta de ortiga parece que fuera igual a las otras, pero guárdese uno de tocarlas: nos picará como si pequeñas agujas nos inyectaran su veneno en nuestra piel. La ortiga está cubierta de pelos minúsculos y huecos, casi invisibles, que actúan como la aguja de una jeringa. Cuando se miran los pelos de la ortiga mediante una lupa, es posible observar que en su base tienen una pequeña hinchazón, que es donde se encuentran almacenado el líquido irritante. Por eso, si tocamos uno de los pelos, éste se nos clavará como una aguja y el líquido penetrará en nuestra piel. A pesar de todo, esta planta tan poco amistosa puede ser útil: los asiáticos le sacan los pelos y con los tallos fabrican hilos que emplean para confeccionar tejidos.