Se llevó a cabo días atrás el conversatorio internacional «El juego de la Pichca y Huayru, su transmisión a través del Qhapaq Ñan y el Tawantinsuyo» en el cual se presentó el libro “Estudio etnolúdico del dado hallado en la Cueva de Haichol (en cercanías a Las Lajas) y del uso del tiempo libre en ese contexto” realizada por Stella Maris Ferrarese, del Museo del Juguete Étnico “Allel Kuzen” de la ciudad de Neuquén.
La presentación contó el apoyo institucional de la Dirección Provincial de Patrimonio Cultural del Ministerio de las Culturas, y participaron destacados investigadores del continente americano, eruditos en ese tema.
El dado de la cueva Haichol se encontró en excavaciones realizadas entre 1970 y 1972 y se estima que pertenece a un período entre los años 1280 y 1600 de nuestra época. El estudio del mismo comenzó en el año 2000 bajo la supervisión del investigador Jorge Fernández (descubridor y arqueólogo que excavó en cueva Haichol).
“El dado -explica Ferrarese- tiene cinco caras, es una piramide trunca distinto al dado que conocemos actualmente que es el dado árabe y romano. El de la cueva Haichol es una de las tantas variantes que hay y vamos a realizar estudios comparativos con investigaciones de la India e Italia”.
“En otras partes del país se hallaron algunos similares al de Haichol (pirámide trunca) otros son como volcán. Está hecho en pumicita (material volcánico que se crea después de que el magma se solidifica) y pintado con oxido de hierro, y los orificios se los hicieron una vez realizado el trabajo con la pintura”.
Existen variantes de este dado y sus usos, algunos lo practicaban como el dado tirado y según cómo caía se ganaba; hay otras modalidades que tienen tableros sofisticados, como las cinco versiones que se han encontrado en San Luis. El dado de Haichol tiene varias marcas que hacen deducir que fue usada sobre piso duro y no sobre un tablero.
Las investigaciones de Ferrarese se valen de testimonios de fines del siglo pasado, de ancianos de la provincia de San Luis que recordaban jugarlo en su niñez como un juego con la tradición de generaciones anteriores; y se sirve de registros de la zona de Andacollo entre 1806 y 1758 que también identifican el uso de ese tipo de dado en la cordillera del viento, donde los mayores jugaban por pepitas de oro.
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Fuente: Cultura Provincia