A lo largo de la historia, los conflictos y las divisiones han marcado la religión cristiana de donde han nacido nuevas iglesias y nuevas formas de profesar la fe.
Sevilla, Andalucía, 1951. Las multitudes observan cómo los penitentes siguen la procesión de la estatua de la Virgen María. La Semana Santa sevillana conmemora, como en otras tantas ciudades de España, la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Del Domingo de Ramos al el Domingo de Resurrección, más de 60 hermandades caminan hacia la catedral Santa María de la Sede y de la Asunción de Sevilla, un templo católico de estilo gótico. Antes de esos días, el Viernes de Dolores y el Sábado de Pasión, más de 10 hermandades procesionan por la ciudad, aunque sin pasar por la catedral. Esta gran fiesta primaveral fue declarada en 1980 de Interés Turístico internacional junto con la Feria de Abril. (FUENTE: LUIS MARDEN, NAT GEO IMAGE COLLECTION)
Hace más de 2000 años, Jesús salió del desierto con un mensaje que fue el germen de la fe cristiana y cambió radicalmente la historia de la humanidad. Así nació el cristianismo, la religión monoteísta basada en la vida y enseñanzas de Jesús de Nazaret, que a su vez dio origen a nuevas Iglesias y, por tanto, nuevas formas de profesar la fe entre los que destacan: los católicos, los ortodoxos y los protestantes.
A la hora de nombrar a los creyentes cristianos, a menudo suele haber confusión en cuanto a los términos. Aunque en ocasiones, sobre todo en la jerga coloquial, las palabras católico y cristiano son utilizadas como sinónimos, no lo son: ser católico es en realidad una rama del cristianismo. Un creyente católico también será cristiano, pero un cristiano no tiene que ser necesariamente católico.
Según el Pew Research Center, alrededor de 2300 millones de personas profesan esta religión, que fue la oficial del Imperio romano desde que el emperador Teodosio I firmara el Edicto de Tesalónica en el 380 de nuestra era. Apenas 70 años antes Constantino I El Grande había promulgado la libertad de culto en el Imperio tras promulgar el conocido Edicto de Milán en el 313.
De acuerdo a la información del biógrafo de emperador, Eusebio, antes de la batalla del Puente Milvio, a las afueras de Roma, en el año 312 d.C., Constantino y sus fuerzas vieron una cruz de luz en el cielo, junto con unas palabras griegas que rezaban En Hoc Signo Vinces (Con este signo vencerás).
Esa noche, Constantino tuvo un sueño en el que Cristo reforzaba el mensaje. El emperador marcó el símbolo cristiano de la cruz en los escudos de sus soldados. Cuando triunfó en el Puente Milvio, atribuyó la victoria al dios de los cristianos. Los eruditos modernos aún debaten la historia y si la conversión de Constantino fue sincera o una maniobra política. En cualquier caso, en el año 313 d.C. Constantino se reunió con Licinio, el emperador oriental, y juntos promulgaron el Edicto de Milán. El documento concedía «a los cristianos y a los demás plena autoridad para observar la religión que cada uno prefiriera».
La ruptura de definitiva de la unidad Imperio tras la muerte de Teodosio, fue una de las puertas por las que se inició la primera gran división del culto cristiano; que tras la caída definitiva de Roma se consolidó, a grandes rasgos, con el catolicismo, con base en Roma, en occidente y la Iglesia Ortodoxa, con base en Constantinopla (ahora Estambul, Turquía), en oriente.
A lo largo de siglos distintas luchas de poder, cruzadas y conflictos teológicos, han ido moldeando y creando las diferentes ramas de la religión cristiana y han jugado un papel muy importante en gran parte los acontecimientos históricos, culturales y geográficos que han tenido lugar a lo largo de la historia, sobre todo del mundo occidental. A día de hoy, las diferentes identidades culturales siguen siendo vitales para comprender muchas sociedades cristianas, entre ellas las católicas.
Los orígenes del cristianismo
La religión cristiana se originó durante el siglo I d.C. y se fue esparciendo desde Judea hacia Mesopotamia, Siria, Asia Menor, lo que hoy en día es el Cáucaso Sur, Etiopía, Egipto y el Imperio Romano, desde donde avanzó hacia Europa, donde posiblemente consiguió su mayor éxito culminado con la conversión del emperador romano Constantino I al cristianismo en el siglo IV d.C.
Entre las bases que establecen su eje central y comparten sus diferentes Iglesias, el cristianismo cree en la existencia de la Santísima Trinidad; formada por Dios Padre, Dios hijo y el Espíritu Santo, a través de los cuales los seres humanos podemos alcanzar la vida eterna.
El cristianismo católico
A lo largo de los primeros siglos que siguieron a la muerte de Jesús, la mayoría de los cristianos promovieron el cristianismo católico, es decir, lo que los antiguos apóstoles divulgaban como la Santa Iglesia Católica, según narra el teólogo, historiador y escritor Justo L. Gonzalez en su obra The Apostles’ Creed for Today.
La palabra “católico” procede del término griego katholikē, que significa “de acuerdo con el todo” o “universal”, según explica el teólogo Bruce L. Shelley en Church History in Plain Language. Se trataba de la forma más aceptada de la fe trasmitida desde los primeros seguidores de Jesús, “una visión espiritual, una convicción de que todos los cristianos deberían ser un solo cuerpo”.
Para los católicos, el Papa es la máxima autoridad eclesiástica y la Iglesia es la representación de Dios en la Tierra. El Papa y sus sacerdotes son los mediadores entre Dios y los hombres a través de la interpretación de las escrituras y de la absolución de los pecados.
La confusión entre los términos viene en realidad de aquel momento, ya que la cultura romana y el latín dominaban Occidente en aquella época. Así, el cristianismo se mezcló de la cultura romana y el término «catolicismo» comenzó a designar toda Cristiandad. Desde los primeros siglos tras la muerte de Cristo y durante toda la Edad Media, las creencias católicas romanas fueron la norma del cristianismo.
Siglos convulsos para el cristianismo
Sin embargo, el devenir de la historia fue desligando esta religión en diferentes ramas y, tras el Cisma de Oriente del siglo XI, los cristianos de Oriente se separaron de Roma y formaron la Iglesia ortodoxa, que se extendió sobre todo por los países de la Europa oriental y algunos países de Oriente Próximo.
Los protestantes, posiblemente la otra gran rama del cristianismo, por su parte, nacieron a raíz del movimiento de la reforma en el siglo XVI impulsado por el cura alemán Martín Lutero, que quiso reformar la Iglesia católica tras 1500 años en los que había pasado de ser una religión perseguida a ser uno de los pilares políticos más poderosos (sino el más poderoso) de toda Europa Occidental.
Sin embargo, la subdivisión no acaba ahí: entre los católicos también hay ramas como la Iglesia católica apostólica y romana, presente sobre todo en Europa y América Latina, así como las iglesias católicas orientales que presentan tradiciones de sus lugares de origen y, aunque reconocen al Papa, sucesor de San Pedro como obispo de Roma, tienen autonomía y diferencias en cuanto a su organización y sus tradiciones. También entre los protestantes nacieron subdivisiones como la luterana, la anglicana (aunque esta se considera protestante, no nace de la división de Lutero), la presbiteriana, la bautista, la metodista o la pentecostal.
Aunque en un principio trataban de reformar la Iglesia desde dentro, el desarrollo de los acontecimientos hizo evidente la incompatibilidad con la Iglesia madre, por lo que terminaron separándose y creando sus propias organizaciones.
Sacramentos, dogmas y jerarquías cristianas
El texto fundamental del cristianismo es la Biblia, pero cada Iglesia se rige por una versión diferente con más o menos libros. Por ejemplo, la Iglesia católica y la ortodoxa se rigen por el canon alejandrino, Biblia de los Setenta o Septuaginta, mientras que los protestantes se rigen por el canon hebreo, que excluye los libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento.
Las diferencias en cuanto a la jerarquía y la estructura organizativa, en los cristianos católicos se centra en el Papa como autoridad máxima y cuenta con la jerarquía de los cardenales, los obispos, los presbíteros y los diáconos para organizar su institución, mientras que en otras ramas esta jerarquía depende de cada doctrina y la estructura puede estar descentralizada.
Aunque la jerarquía de todas se parece y la terminología de los rangos es similar, la autoridad cambia de una rama a otra. El mejor caso podría ser el Papa, máximo líder espiritual del catolicismo, pero que no goza de las misma relevancia para todos los cristianos. Para los ortodoxos, por ejemplo, tan solo es un patriarca de Occidente, pero no le consideran una figura superior.
A día de hoy, solo dentro del catolicismo se mantiene el celibato como una condición obligatoria para el ejercicio del sacerdocio en cualquier nivel. Las demás denominaciones sí consienten la existencia de sacerdotes casados, que además pueden recibir otros nombres como pastores o reverendos.
Los católicos creen en sacramentos que no siempre son enseñanzas bíblicas y tienen dogmas y creencias diferentes a otros cristianos. Destacan: la mediación de la Virgen María y los santos ante Jesús; la Iglesia como única autoridad para interpretar las Escrituras y la absolución de los pecados; las buenas obras como acompañamiento de fe y el dogma de la Inmaculada Concepción.
En cuanto a los sacramentos, los católicos practican el bautismo (el rito con el que se incorpora a un nuevo creyente a la fe católica), la confirmación (la reafirmación de la fe), la eucaristía (la celebración de la vida, muerte y la resurrección de Jesús con el Pan y el Vino consagrados), la reconciliación (arrepentimiento y reparación de los pecados), el matrimonio, la unción de los enfermos y la Orden Sacerdotal, mientras que en el cristianismo anglicano o protestante solo tienen en cuenta el bautismo y la Cena del Señor.
En cuanto a la posición respecto a la Virgen María, los católicos admiten su veneración, aunque no su adoración, y reconocen que es la madre de Dios, aunque creen que tras el nacimiento María sigue siendo virgen, cosa que los protestantes no apoyan.
Tradicionalmente, el alma humana tiene para los católicos tres posibles destinos: el Cielo, el Infierno y el purgatorio, un destino transitorio en el que no creen el resto de los cristianos. Lo que sí une a todos los creyentes de la fe cristiana es la creencia en un fin del mundo conocido, la resurrección de los muertos y en que Dios, llegado el momento, juzgará a los vivos y a los muertos.
Fuente: National Geographic