Un repaso por las series y los programas de televisión que miran los mandatarios cuando no están decidiendo los destinos de su país o ciudad.
Texto de Verónica Bonacchi
La historia es conocida: dos domingos atrás, poco antes de que el programa de Jorge Lanata se clavara en los 30 puntos de rating, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sorprendió con uno de sus tuits: «Pedro estaba fascinado porque soy fanática de la serie ‘Games of Thrones’. Me encanta». Y luego, otro más: «¿Mi personaje favorito?: la Madre de Dragones. Seguro se queda con Robb Stark ¿o con Jon Snow?».
El «fanatismo» de la presidenta por la serie de HBO sorprendió a varios, no sólo por la ironía del comentario hecho justo cuando Lanata denunciaba a Lázaro Báez y relacionaba a Néstor Kirchner con el lavado de dinero sino porque el programa se emite a la misa hora que «Periodismo para Todos».
Pero hay que decirlo: no es la única mandataria que elige cambiar de canal o que se deja someter por la adicción que generan algunas series.
De todos los presidentes, el más teleadicto es, sin dudas, Barack Obama. El hombre que dirige el país más poderoso del mundo tiene sus pequeñas debilidades ante el control remoto. Aseguran que cambió el día de su discurso anual sobre el Estado de la Nación por un solo motivo: comenzaba la última temporada de «Lost», la serie de J. J. Abrams, la que más fanáticos y teorías cosechó en el mundo. No estuvo mal. Además de fanático, seguramente quería que alguien lo mirara a él por tevé.
Un año después «Lost» terminó. Pero Obama encontró el mejor sustituto posible: «Homeland», que cuenta la enmarañada historia del marine Nicholas Brody, que fue a Irak en misión y terminó secuestrado por fuerzas de Al Qaeda. Cuando todos lo daban por muerto es rescatado y vuelve como héroe a Estados Unidos. Pero nada es tan simple: la sagaz y desequilibrada agente del FBI Carrie Mathison no se cree el cuento. Ella sabe que él se pasó de bando y ahora trabaja para Al Qaeda. ¿Habrá más atentados? ¿Él miente? El juego del gato y el ratón entre ambos es de los más apasionantes que se hayan visto en tevé. A Obama lo atrapó tanto que invitó incluso a sus dos protagonistas, Claire Daines y Damian Lewis, a cenar a la Casa Blanca. Y a él le pidió que le firmara el set box de la primera temporada. «De un musulmán a otro», le escribió Lewis. «Espero que haya entendido el chiste», contó después.
Pero ésta no es la única historia de ficción que lo distrae de las crisis mundiales. El matrimonio Obama también hace zapping entre los capítulos de «Boardwalk Empire» (la gran serie producida por Martin Scorsese ambientada en Atlantic City, Nueva Jersey, durante la época de la ley seca en los años 1920 y protagonizada por Steve Buscemi), «The Wire» y la comedia «Modern Family».
«Si Obama cambió su discurso de día, ¿por qué no yo?», habrá pensado la mandataria brasileña Dilma Rousseff. Como sea, el año pasado la presidenta efectivamente modificó la fecha de un acto en apoyo al candidato del Partido de los Trabajadores para la Alcaldía de São Paulo por un sencillo motivo: ese día, a esa hora, terminaba la novela «Avenida Brasil», que reunía a 38 millones de televidentes delante de los rayos catódicos. Y ella, con el 77% de aprobación en las encuestas, no quiso desafiar a la verdadera dueña del ‘prime time’.
Está claro que ser presidente y ocuparse de asuntos serios no es una condición excluyente para no dejarse enganchar por las series y mostrar flaquezas ante el televisor.
Bill Clinton, expresidente de Estados Unidos, no sólo ve tele sino que se dio el lujo de parodiar a «Los Sopranos» en un clip de campaña junto a su mujer, Hillary. El marido de la actual aspirante a candidata presidencial demócrata muere por «Grey’s Anatomy». «Mi mujer está fuera actualmente, con lo que yo estoy solo en casa mucho tiempo», justificó su debilidad por la historia romántica que ocurre entre bambalinas en un hospital de alta complejidad. En otros tiempos Clinton supo ser seguidor también de «24», «aunque está escrita por una persona super de derecha», admitió él.
Ésa, en cambio, fue la serie de cabecera de George W. Bush. La adrenalínica historia del agente federal Jack Bauer (Kiefer Sutherland) en la «Unidad antiterrorista» hacía foco en las acciones de diversos grupos terroristas y las reacciones en la Casa Blanca.
El exalcalde de Nueva York Rudolph Giuliani era, en cambio, seguidor y fanático de la maravillosa «Los Sopranos», que protagonizaron durante siete años Gandolfini, Lorraine Bracco y Eddie Falco, entre otros. La historia, que gira en torno al mafioso de Nueva Jersey Tony Soprano, es considerada una de las mejores series de todos los tiempos.
A la recientemente fallecida Margaret Thatcher le gustaba ver la comedia de la BBC «Sí Ministro», justamente una parodia de lo que ella hacía.
El televisor tiene ese mérito. Nos permite emocionarnos, reírnos, distraernos, evadirnos o enojarnos incluso cuando nos refleja. Quizás eso explique también que Raúl Alfonsín no se perdiera los domingos los monólogos de Tato Bores, esos que más de una vez apuntaban contra su política económica.
FUENTE: diario Río Negro
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