La ya mítica novela representa definitivamente un parteaguas en las letras iberoamericanas. Tanto su trama como su estructura narrativa son absolutamente novedosas.
Por Gabriela Mayer
«¿Encontraría a la Maga?» es la ya mítica pregunta con la que Julio Cortázar abre «Rayuela», la novela que hace medio siglo rompió los moldes del género, marcando un punto de inflexión en la literatura en español.
«Rayuela» -cuya primera edición salió de imprenta el 28 de junio de 1963- se convirtió en una de las obras centrales del incipiente «boom» latinoamericano y consagró a nivel internacional al espigado autor afincado en París.
Innumerables jóvenes se identificaron inmediatamente con la angustia existencial del protagonista Horacio Oliveira, mientras que el entrañable personaje de la Maga tuvo legiones de imitadoras. Y actualmente la obra que marcó un hito en la narrativa contemporánea sigue despertando devoción en los lectores: en el mundo hispanohablante vende 30.000 ejemplares al año y ya fue traducida a 30 idiomas.
«‘Rayuela’ representó definitivamente un parteaguas en las letras iberoamericanas. Tanto su trama como su estructura narrativa son absolutamente novedosas», explica a dpa la coordinadora académica de la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar de la Universidad de Guadalajara, Dulce María Zúñiga.
«Cortázar emplea en su novela una serie de procedimientos técnicos que exigen la participación del lector y su invitación al juego la convierte en un texto interactivo. Su prosa alcanza registros poéticos de gran valor estético», analiza la escritora mexicana.
«Rayuela» propone dos posibilidades de lectura: una lineal hasta el capítulo 56, desechando los capítulos siguientes, y otra que rechaza el orden cerrado de la novela tradicional, al permitirle al lector saltar de un capítulo a otro según se especifica en el tablero de dirección al comienzo de la novela.
«He querido escribir un libro que se pueda leer de dos maneras: como le gusta al lector-hembra (de actitud pasiva), y como me gusta a mí, lápiz en mano, peleándome con el autor, mandándolo al diablo o abrazándolo…», sostiene el autor de «Bestiario» e «Historias de cronopios y de famas».
El escritor argentino Mario Goloboff afirma a dpa que Cortázar «incorporó las enseñanzas y aventuras de las vanguardias y del surrealismo, incorporó todo lo que de poética podía atesorar nuestra narrativa, todo lo que se venía produciendo en esos años a través de Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo, José María Arguedas y varios escritores más, y trazó una síntesis, en muy alto grado, que hoy se reconoce».
De capítulo en capítulo, Cortázar despliega una enorme batería de recursos y combina el lenguaje coloquial, el surrealismo y lo lúdico. Así lanza a la fama al gíglico, idioma que desarrolla en el capítulo 68 («!Evohé! !Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos»).
A Cortázar (1914-1984) le llevó cuatro años escribir la explosiva «antinovela» que sacudió la literatura y que inicialmente iba a llamarse «Mandala». Oliveira, la Maga y los amigos del Club de la Serpiente deambulan por la primera sección ambientada en París, «Del lado de allá».
Un Oliveira recién regresado a Buenos Aires, que conforma un particular triángulo con sus amigos Traveler y Talita, habita las páginas «Del lado de acá». Y en «De otros lados (capítulos prescindibles)» el lector conoce a Morelli, alter ego del escritor, y se reencuentra con Oliveira y otros personajes.
Entre los elementos más innovadores y vanguardistas de «Rayuela», Goloboff -autor de «Julio Cortázar, la biografía»- señala, además del papel que se asigna al lector, «sus ataques al libro tradicional, el que se lee ‘como un rollo chino’ según las enseñanzas de Morelli, quien actúa en la novela como el teórico-práctico de este nuevo modo de narrar».
El escritor mexicano Carlos Fuentes, compañero del «boom» y amigo de Cortázar, considera: «Ni Oliveira y la Maga, en París, ni Traveler y Talita, en Buenos Aires, van a encontrar la utopía, el cielo de la Rayuela».
En la novela de 155 capítulos Cortázar construye «una anti-ciudad, hecha tanto de París como de Buenos Aires, cada una completando la ausencia de la otra», indica Fuentes en su ensayo «La gran novela latinoamericana».
Zúñiga manifiesta que «Rayuela» no pierde actualidad, «porque sus personajes están tan bien estructurados que son perennes, además de icónicos. Se han vuelto referencias culturales, en especial la Maga».
Por estos días editorial Alfaguara publica una edición conmemorativa acompañada de un apéndice, donde el cronopio cuenta la historia de «Rayuela» a través de sus cartas. Curiosamente, o por el azar que tanto le gustaba, 2014 marcará un siglo del nacimiento de Cortázar en Bruselas y los 30 años de su muerte en París.
La Cátedra Cortázar realizará una serie de actividades especiales con motivo de estos aniversarios y de los 20 años de su fundación, por iniciativa de Fuentes y Gabriel García Márquez. «Prevemos al menos cuatro mesas redondas con participantes de alto perfil, en sedes diferentes», anticipa Zúñiga.
Goloboff ubica a la novela que cumple medio siglo en un lugar destacado de la obra cortazariana. «Quizás no el más elevado de su narrativa -que dejo para sus impecables relatos breves-, pero sí en un lugar alto». «Y porque, a no dudarlo, el público la consagró, en su momento de aparición y a lo largo de todos estos años».
«Yo creo que nunca se escribió un libro tan a contrapelo, tan a contralibro», aventuraba el propio Cortázar. Mientras tanto, la rayuela sigue dibujándose en las veredas de la literatura. (DPA)