Entrevista del diario español ABC a Ricardo Darín.
El actor argentino más internacional coprotagoniza la película «Relatos salvajes» de Damián Szifrón sobre la rabia y la indignación
Cuando se insinúa en su presencia que se ha convertido en un talismán para la taquilla -dato que, por otro lado, se puede demostrar con cifras- Ricardo Darín lo niega de forma muy elegante. El actor argentino más internacional es pulcro a la hora de elegir las palabras en las entrevistas, quizá porque recientemente se ha metido en algún lío al arremeter contra el cine de Hollywood. Fue una explosión de sinceridad similar a la que experimenta Bombita -su personaje en «Relatos salvajes»- cuando descubre que la grúa se ha llevado su coche. Y es que la película de Damián Szifrón, que llega este viernes a la cartelera, explora ese lado indignado e iracundo de los seres humanos.
-¿Cree que «Relatos salvajes» conectará con el público español?
-La película ha conectado ya con el público argentino y sigue conectando con otros públicos en casi todas las latitudes en las que se estrena. Ciertas indignaciones no parecen patrimonio exclusivamente nuestro, ni español ni argentino. En todas partes hay alguien que está un poco cansado de tener que soportar ciertas cosas, y eso genera una identificación inmediata.
-Entonces le augura una buena taquilla a la película…
-Le podría ir bien, sí. «Relatos salvajes» es una de esas películas que caminan solas. No hay que empujarlas. Su principal promotor es el espectador que acaba de verla. Por un lado porque es una conmoción, es una montaña rusa emocional: uno grita, llora, ríe y suspira. ¡Y por otro es que no se puede contar! No hay forma de que nadie te la reviente.
-¿A quién situamos en el primer puesto de la indignación?
-Lamentablemente hay una gran esperanza depositada en los políticos, aquellos que tienen que administrar nuestro futuro. Y es lógico suponer que, si hay algún tipo de decepción, tenga que venir primero por ese lado. Pero la indignación no es el único parámetro de la película. Es un muestreo de situaciones en las que los seres humanos se ven empujados, de alguna manera, a perder el control.
-Es una comedia tan loca que trastocó al Festival de Cannes. ¿Cree que mereció mejor suerte en el palmarés?
-Sí, pienso que sí. Por todo lo que tuvo de sorpresiva y de irreverente. Soy consciente de la recepción que tuvo, conmocionó a todo el mundo. Y soy consciente de eso porque estuve allí. Creo que a la hora de decidir si merecía algún tipo de distinción… se quedaron un poco cortos. ¡Pero bueno! Son las cosas que ocurren en los festivales.
-Y con San Sebastián tiene otra deuda, la de «El secreto de sus ojos», que se fue de vacío…
-Eso es lo que dicen por aquí, pero… si aquella deuda hipotética que quedó flotando en el aire sirvió para que la película ganara el Oscar como lo hizo… ¡bienvenida sea! Yo he formado parte de jurados, sé lo difícil que es eso. A veces desde fuera no logramos entender hasta qué punto se complican las cosas cuando llega el momento de votar.
-Ahora que menciona el Oscar, ¿es su relación con Hollywood tan mala como parece?
-Es que no hay una verdadera relación. Hubo algún flirteo ocasional y muy débil. Y punto. Las dos o tres veces que ha habido algún tipo de acercamiento con respecto a un proyecto… no tuve la suerte de que fueran cosas que me motivaran. Y eso generó un mito. Parece que yo fuera el enemigo público número uno de Hollywood. ¡Y la verdad es que no es así! Muy al contrario. Tengo que agradecerle que me haya regalado, durante tantos años, obras maravillosas que están grabadas en mi ADN.
-Quizá el mito obedece a que la gente no entiende que se resista a los encantos de Los Ángeles…
-Claro, porque es complicado ponerse en los zapatos de otro. Yo tengo un oficio privilegiado, soy una persona muy afortunada. Desde hace mucho tiempo vengo haciendo lo que me gusta y tengo el placer de acertar de vez en cuando con las decisiones. No tengo la ambición de buscar el dinero. Porque el dinero nunca ha sido mi móvil, nunca me ha movilizado.
-¿Es Darín un talismán para la taquilla?
-Honestamente no lo sé, y si tuviera una respuesta para eso sería un farsante. Hay cosas que no tienen explicación. Creo que con la frecuencia de los trabajos, o con algunas temáticas que he tocado, se ha ido generando con el tiempo una cierta empatía con el público. Eso me coloca en un lugar de privilegio, pero no creo que se deba a ningún don especial o a ninguna característica que no tengan otros. ¡A veces ocurre que no! He hecho trabajos que me parecían muy valiosos y me he equivocado. Como todo el mundo.