Un valioso desafío artístico para la zona.
Por Hilda López.
La cantata Coral Terrestre hizo su estreno el martes pasado en el Centro Cultural Ruca Nahuel, de Plaza Huincul, un lugar que tuvo que adecuarse a elementos surgidos del trabajo de mano de obra de voluntarios que suelen aparecer en estos emprendimientos independientes. La obra, de gran efecto sonoro y textos cargados de belleza poética, fue recibida por el público como una muestra de arte único en su género y nuevo en el lugar.
Los antecedentes de la obra figuran en el historial del arte en América Latina. Textos de fuerza narran la historia de los pueblos de América que pusieron proa al destino de libertad. Cada región del continente está presente en los ritmos que alientan el espíritu de la puesta. Candombe, milonga, malambo, huella, canción, todo fue amalgamado por el coro y la orquesta dirigidos por Naldo Labrín, demostrando el compromiso asumido con convicción.
Buenas voces, con excelentes solistas, conforman el coro de veinte personas que pusieron en clima al más alto nivel para textos muy bien narrados por Darío Altomaro. La orquesta integrada por jóvenes de la zona puso el marco adecuado a la ambiciosa entrega. Violas, violines, celos, arpa, percusión, vientos y un ensamble de cuerdas de guitarras, charangos, cuatros, recorrieron la obra musical bajo la batuta de su director. En el laberinto de tantos sonidos de difícil armonización, aparecieron los sikus y quenas en una medida ajustada y bella. No hay demasiados antecedentes para seguir como ejemplos en la zona, sino los propios que el mismo Labrín ha mostrado a lo largo de su trabajo en la región: Cantata de Jaime De Nevares, Grupo Sanampay, Orquesta Sinfónica de la Provincia y Neuquén País.
Las voces de Miguel Ángel Michelena, Marcelo Piñeiro, Mariana Jolivet, Jorge de los Ríos, Olga Fernández y Andrea Tonelotto aportan la excelencia que despierta admiración y justos aplausos por parte del público. La puesta coreográfica es simple y atractiva y la figura de Altomaro es contundente para llegar a la fibra de la historia de Tejada Gómez.
El público agradeció de pie y con aplausos la demostración de arte y compromiso. Hubo un reconocimiento al hecho de que se haya elegido Huincul para el estreno, en una sala que está tratando de recuperarse después de pocos felices amagues para la cultura.
Pensar en una puesta con un grupo de personas que superan los cincuenta es un desafío. El director, los colaboradores y los propios protagonistas fueron capaces de hacerlo. Pero no se puede omitir en tan grande empresa, algunas cuestiones que pueden corregirse para las próximas presentaciones. El sonido puede y debe mejorar aún con las limitaciones de producción que posee semejante «movida». Hay cuestiones técnicas que se superan con ajustes técnicos y no con más o menos elementos. Seguramente la capacidad de trabajo de quienes están en esta responsabilidad hará posible los ajustes adecuados.
Sobre el esfuerzo para la producción independiente marcada por la indiferencia estatal y empresarial ya es materia conocida. Agregar algo más es redundante. Lo importante es que hay gente que no cesa en su compromiso personal con el arte en la región. Quedó demostrado una vez más y no es justo pensar que alcanza.
Fuente: diario La Mañama de Neuquén