Día de la Mujer. el diario Clarín participó del ensayo de la experiencia en la que el Museo de Bellas Artes apaga las luces y sólo ilumina obras de mujeres.
Sólo 20 obras de mujeres, sobre un total de 270 piezas, quedan iluminadas cada tarde a las 18 en punto.
De pronto, a las seis en punto cada tarde y por media hora, se apaga la mayor parte de la superficie y la luz queda reducida a unos pocos focos puntuales. El efecto es de gran impacto. El apagón oculta las obras de artistas varones y la luz es dirigida exclusivamente a las creadoras: esta es la acción del Museo Nacional de Bellas Artes para conmemorar el mes de la mujer y se extenderá por dos semana.
Pensada para sintonizar con la convocatoria del colectivo “Nosotras proponemos”, que reúne a decenas de mujeres vinculadas al arte en un Manifiesto de 37 puntos destinado a promover la paridad de género en el sector, esta intervención busca visibilizar a las artistas.
Lo que queda expuesto de modo irrefutable es la minoría de las artistas: denuncia por sí sola la inequidad de acceso a la consagración en las instituciones del arte. En otras palabras, el visitante vagará por media hora en una reveladora penumbra y se verá llevado a apreciar las obras de las artistas.
La muestra «A la conquista de la luna» exhibe siete obras de siete creadoras. Es parte de la conmemoración del Día de la Mujer./ Alfredo Martinez.
El primer piso del Museo, inaugurado con pompa a fines de 2015, muestra que sobre un total de 270 piezas, solo hay 20 obras de mujeres. Si la disparidad es irrefutable, se sigue una pregunta de perogrullo: ¿estas creadoras son todas las que están o hay muchas que esperan su turno de luz en algún subsuelo?
Quienes han transitado los depósitos de Bellas Artes confían que esto obedece a un selección, dado que hay en el patrimonio del MNBA una gran cantidad de obra de mujeres que no han sido incluidas en el guión.
Pero vale la pena explorar este claroscuro, porque el apagón no es ni repentino ni tan simultáneo. La iluminación del Museo está serializada y cada sala tiene su propia centralita, de manera que es preciso que el guarda vaya de una a otra con una escalerita portátil y que se suba para acceder al interruptor.
Tal es la imagen low tech, muy doméstica, la otra cara de la moneda. En cuestión de cinco minutos se hace la oscuridad en toda la planta y los focos proponen un circuito propio, que no fue previsto en la colgada y que entrega una historia singular, al ritmo de las décadas y las estéticas.
«Sin título» (Bodegón) de Elba Bairon. Parte de la muestra «A la conquista de la luna»./ Alfredo Martinez.
Así, en la sala de comienzos del siglo XX donde reina la búsqueda de lo nacional en los óleos pintorescos de Bernaldo de Quirós, se destaca un paisaje muy verde, de pequeño tamaño. Es “Oropa”, de Lía Gismondi, la primera pintora que tuvo una exposición individual en una galería del centro en 2007 y que figura como adquisición del Museo en 1911.
En la sala de arte óptico y cinético, dos esculturas de Martha Boto dejan en segundo plano las obras de Gyula Kosice y Julio Le Parc. Pero es la sala de arte moderno europeo la que contiene el contraste más dramático –secuencia increíble en la que una obra de Dora Maar, pareja y modelo de mujer en llanto del gran malagueño, vence al retrato cubista de su Pablo (Picasso) y a otras obras vecinas de Leger, Paul Klee y Kandinsky, a oscuras.
Más adelante, es notorio que el mundo del arte ha cambiado (empezó a cambiar en los años 40, con el acceso a la universidad) y en una sola sala quedan iluminados el torso metálico de Liliana Maresca, un retrato de Marcia Schvartz y otro de Diana Aisenberg. El recorrido conduce finalmente al pleno de luz, a la sala que exhibe “A la conquista de la luna”, el gran óleo azul y negro de Raquel Forner que titula y reúne piezas de otras seis artistas, Graciela Sacco, Elba Bairon, Liliana Porter, Diana Dowek, Mónica Millán y Noemí Gerstein.
La nueva directora artística del Museo, Mariana Marchesi, lleva seis meses trabajando y cuenta que empezaron a barajar las actividades para conmemorar el mes de la mujer en diciembre. Se plegaron sin dudar, junto al director general Andrés Duprat, a la convocatoria del grupo “Nosotras proponemos”. La idea es visibilizar la disparidad de la presencia en el acervo.
Vuelvo con Marchesi al paisaje en verde de Lía Gismondi, la más antigua de las obras. La historiadora y curadora observa que “a comienzos del siglo XX era habitual que entre las mujeres que se dedicaban a expandir los derechos de la mujer, quienes lo hacían desde las artes pertenecían a las clases acomodadas, como Gismondi o Lía Correa Morales. Claro que por otro lado luchaban las anarquistas, desde la clase trabajadora.” No fue hasta la década del 40 que comenzaría un mayor acceso de la mujer a la Academia, que las vería convertirse en historiadoras del arte y docentes, finalmente en curadoras.
Podemos pensar que lo más importante de esta acción, sin embargo, resulta su dimensión autocrítica. De hecho, en las redes reverberaron algunos comentarios sobre el guión museográfico, en tiempos del ex curador en Jefe de Bellas Artes, el historiador Roberto Amigo, Marchesi admite que hay una autocrítica institucional: “No se trata solo de señalar un problema sino también de preguntarse cómo revertirlo. Poder visualizar lo que uno denuncia en abstracto tiene mucho impacto. Por eso , y porque la repetición tiene su efecto, decidimos prolongar la acción”.
Según la historiadora, nos obliga a ciertas preguntas: ¿qué lugar se dio a la mujer en las instituciones? Si bien hoy existen avances, la situación tampoco se revirtió de manera radical. Las dificultades siguen existiendo. Hay motivos profundos de esta disparidad, que tienen que ver con la reproducción de mecanismos culturales históricos unilaterales e impuestos, que obedecen a una única mirada masculina”.
Presencia de un grupo olvidado
«Oropa», de Lía Gismondi, adquirida en 1911 por el MNBA.