Susanna Moncayo actuará hoy en el Centro de Convenciones de Villa La Angostura, durante la apertura del III festival de los siete lagos.
Susanna Moncayo es una de las voces argentinas más reconocidas mundialmente y, aún así, conserva una sencillez que conmueve al igual que su canto.
Nacida en Buenos Aires y formada como mezzosoprano en los mejores conservatorios de Europa, en su interpretación y repertorio conviven lo lírico y la música popular sin dejar paso a las contradicciones. Simplemente dejándose cautivar por la “belleza de la música” y por el disfrute de “tender esos puentes” a través de su voz: que en definitiva es “un espejo del alma”.
“Lo que siento, es que, en general, tanto en un mundo como en otro, siempre fui tratada con mucho respeto y cuando eso pasa, hay, de por sí, un acercamiento a todos los mundos que trato de abarcar. Sin querer ser omnipotente, porque por supuesto hay cosas que no puedo hacer”, explicó, en comunicación telefónica desde Bariloche, adonde llegó para participar de la III Fiesta de los Siete Lagos, cuya apertura tendrá lugar hoy, a las 21, con un concierto gratuito en el Centro de Convenciones de Villa La Angostura. Allí Moncayo compartirá la velada con Andrea Gallo (piano), Fernando Chiappero (corno) y el Quinteto Acrux.
Camino impensado
Moncayo inició su formación a los 19 años en Roma, donde comenzó sus estudios de canto lírico con Giannella Borelli. Posteriormente ingresó al Conservatorio Nacional Superior de Música de París, donde fue durante cuatro años discípula de Régine Crespin, “una diva de verdad, una grande de la ópera y la lírica”, describió.
Sin embargo, su desembarco en el canto lírico surgió producto de la curiosidad, aunque también un poco de las circunstancias: con pretensiones de convertirse en maestra rural, la dictadura militar la llevó a dejar el país “de una día para el otro” y radicarse en Italia.
“Cuando vivía en Argentina, ni siquiera quería ser cantante. Cuando me recibí del secundario mi idea era irme a Jujuy. Y después (en 1979) me fui. En Roma recién me puse en contacto con una maestra de canto lírico. Pero porque me empezó a fascinar la voz como instrumento y todas sus posibilidades y su potencial. Después me empezó a interesar el repertorio”, contó quien ha cantado como solista en el Teatro Colón de Buenos Aires, la Scala de Milán, el Concertgebouw de Amsterdam, el Grand Theatre de Geneve, el Palacio de Bellas Artes de México, el Hebbel Theater de Berlín, entre otras salas.
Pasión e intensidad
Radicada desde hace 18 años, nuevamente en Argentina, Moncayo no habla de exilio: “eso se lo dejo realmente a la gente que en su momento militó y se tuvo que ir. Yo en mi caso fue una elección”, dijo quitándose de encima el peso que carga esa palabra y aclaró: “A pesar de que pase muchos años afuera, y de que no fue fácil, pienso que la vida no es fácil ni en tu país, ni afuera. Que en general una vida vivida con intensidad, es una vida con claros y oscuros. Pero eso es el precio de la intensidad y la pasión, de seguir los ideales que uno tiene y luchar por lo que uno cree. Todo eso tiene un costo y tiene un precio, no es gratis”.
Con esa firme convicción, Moncayo contó que, a su regreso al país, nunca tuvo que “reencontrarse” con la música popular, ya que sus raíces siempre estuvieron presentes.
“Mientras estudiaba de día en el conservatorio, a la noche me acuerdo que cantaba, en un local, música boliviana, con un grupo de bolivianos exiliados. Cantaba en aymara y quechua, así que desde el principio convivían en mí todos los mundos”.
La técnica y la simpleza
Así, repartida entre dos géneros en aparente contradicción, la voz de Susanna surca un universo sonoro demarcado por la “técnica” impecable que requiere el repertorio clásico y otro signado por la “espontaneidad” del canto popular, en el que “abandona” lo académico para entregarse a lo «mas natural».
“Es como la continuación de la voz hablada”, diferenció, aunque en cualquiera de los dos casos, “desde el punto de vista emocional, el registro es el mismo”.
“A mí, como intérprete o como cantante lo que me interesa es conmover, emocionar. A veces me ha pasado después de un recital que alguien viene con lágrimas en los ojos y ese el mayor piropo que podes recibir. A mí me interesa ‘tocar’, con toda la música es posible mas allá de los géneros. Esa es mi meta principal, y por eso mi corazón es siempre el mismo, mi sensibilidad es la misma. En las canciones uno pone lo vivido lo transitado, lo sufrido, lo disfrutado, y eso se plasma en cualquier tipo de música. Entonces, esta bueno, en tu convicción y autenticidad llegar a esa meta, que para mí es conmover”, resolvió.
“Hay gente –continuó- que es naturalmente abierta y le interesa la belleza de la música y la calidad de la interpretación. Y otra gente, como en la vida, que encara todo ya con un prejuicio, que te etiqueta y dice: ‘cómo puede ser que si hace una cosa haga también la otra. A priori no lo encara de manera positiva. Pero creo que, en general, cuando la gente escucha, lo que gana siempre es la belleza de la música y del repertorio. En cuanto al repertorio argentino es tal la belleza de la poesía y melodías que, al final, aún los mas puristas y fundamentalistas, se dejan ganar por suerte por la belleza”.
No es como parece
Parte de ese interés por lo popular quedó registrado en varios discos. El primero fue “Desconcertada” lanzado en 2004, donde la participación de Oscar Alem en dos temas derivó en posteriores trabajos discográficos en conjunto: “Toda la pampa” (2005) y “Nuestros clásicos hoy” (2009). Además gran parte del último año MOncayo estuvo interpretando la Misa Criolla junto al gran Jaime Torres, algo que acortó aún más la brecha planteada entre un público y otro.
“En los festivales al principio te presentan como la cantante lírica y la gente está como en guardia y dice: ‘Uh, ¿qué viene ahora?’. Pero después es como que hay una aceptación y un respeto, y entonces empieza a tener interés por las otras cosas que hago”, comentó aunque aseguró que “Igual hay menos distancia de la que uno cree”.
“En Argentina la música popular está muy enraizada, aún en la gente que hace música clásica. Muchos empiezan tarareando una zamba en un fogón o canturreando un tango. En Argentina, a diferencia de otros países, por suerte la música popular esta muy vigente”, finalizó.
FUENTE: diario La Mañana de Neuquén